miércoles, 15 de agosto de 2007

La espera

Cuando llegue por primera vez a ese departamento llovía. Ese día por la tarde noche cayó un fuerte aguacero. Fue Axel quién fue por mí a la central camionera. Lo espere no una, sino más de cuatro horas. Se quedó dormido el burro. Él pensó en ver la televisión por un rato pero el sueño implacable lo venció. No había manera alguna de comunicarme con él. Pensé en salir, ¿a dónde? Mucha gente, así como llegaban se iban; otros más esperaban impacientes a que la lluvia cesase un poco.
La oscuridad y la lluvia me detuvieron; por momentos imaginé que nunca llegaría por mí, más aún, mi mente perversa creyó que cerrarían ese lugar inevitablemente y me dirían: “Es hora de cerrar joven”. Pregunté qué si cerraban la terminal. Me dijeron afirmando y moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, para que no hubiera la menor duda: “sí “. Conforme oscurecía y el agua arreció entré en pánico. Las manos me sudaban. Me sentí como un perrito triste y olvidado sin saber hacia donde ir. Ya no caminaba, había recorrido las salas, cambiándome de una a otra, los pasillos, las taquillas viendo los diferentes destinos y los horarios. Tendría que esperar como lo acordado. “Llego a las 5 p.m. en la Sala de llegadas del ADO”. Para mala fortuna llegué mucho antes de lo acordado. Me senté en la sala de llegadas y no me moví.