Habían pasado algunas semanas en el departamento. Esa mañana me levanté temprano como de costumbre, desayuné casi a la misma hora de siempre. Hojee el periódico La Jornada, empezando por la contraportada, leyendo algunos encabezados, buscando algunos columnistas, hasta llegar a la portada. Es una fea y mala costumbre que tengo.
Por la tarde doña Augusta nos invito a comer. Era el cumpleaños de su hijo Aarón. Al parecer éramos sus únicos amigos, pues estuvimos nada más los del departamento. Mi cumpleaños coincidió con el de Aarón.
Por la tarde doña Augusta nos invito a comer. Era el cumpleaños de su hijo Aarón. Al parecer éramos sus únicos amigos, pues estuvimos nada más los del departamento. Mi cumpleaños coincidió con el de Aarón.
Había olvidado por completo mi cumpleaños, de mis anteriores cumpleaños no hay mucho que contar, pero hay uno especial que recuerdo.
Hubo un pastel grande, grande… no sé cuantos años cumplí, pero el pastel era de cuatro o cinco pisos, yo lo veía muy grande…tal vez fue de cinco pisos. Fue el pastel más grande que yo he visto en mi cumpleaños. Puedo recordar casi todo el pastel, aunque no la fiesta.
Era un hermoso pastel envinado relleno de piña sobre una base de madera con unos postes de madera, toda la base y los postes forrados con papel aluminio y merengue.
Al lavarse días después la base del pastel me di cuenta que los postes que sostenían los pisos superiores del pastel eran de palos de escoba. Al lavarse la base y caerse el papel aluminio, relucieron los palos de diferentes colores. Era una base de pastel hecha con madera reciclada.
Nadie se percató de eso ni se enteraron.
Esa tarde en la casa de doña Augusta comimos mole rojo con arroz. Emilio me dijo que regresara temprano, recalcó que no lo fuera a olvidar, y pareciera que me dijo todo lo contrario, no me acordé en toda la tarde de sus palabras.
Fue casualidad que regresé temprano. En una de las recámaras estaba una mesa con algunas caguamas y unos vasos de plástico tomados de nuestra vajilla. En la recámara estaban los habituales y Rodrigo, Carlos, el amigo de Axel, y dos weyes que no conocía. Me dieron un vaso con cerveza, otro más, fumamos, reímos…
No hubo mañanitas, ni pastel, ni abrazos, pero supuse, aún hasta hoy que, ese detalle fue por mi cumpleaños.