viernes, 5 de junio de 2009

Humo con olor...

Dos semanas después la boda ya no fue tema de conversación. Hubo una fiesta no sé de qué. Ya era tan habitual embriagarnos que el motivo no era importante, ya no importaba, lo importante había pasado a segundo término, cómo un dulce cuando se desea tanto, después de probarlo tantas veces deja de tener ese valor.

Hubo casa llena, la prima de Emilio, las amigas de ella, los colados habituales y nosotros; el humo y las risas pronto invadieron las recámaras. El humo se impregnó en la ropa, las cobijas, se mezclaba y confundía con sudor, lociones diversas, cerveza, brandy, tequila… mariguana.

Ya había percibido un olor parecido hacía tiempo. Ese olor a basura y pasto quemado donde no se hay. Carlos me dijo: “hijos de suchi…..” ¿Quién estará fumando? Todos tenían cigarro. Cigarros rojos, blancos, verdes…Fue un breve instante, como si él que lo llevó quisiera desafiar de manera tentadora a olfatos inexpertos.

Pronto murió la tarde, las risas empezaron a dispersarse, la noche trajo una música suave, tentadora.

Rodrigo llevó una guitarra. Empezó a cantar. Se convirtió en una noche bohemia, se opacaron las risas, callados, sólo fumando sin decir nada. Aplaudiendo al terminar las canciones de ese raro recital con rock de los ochenta.

Rodrigo tocaba la guitarra muy bien. Cantaba bien. El problema cuando conjugaba la guitarra y la cantada, o se desafinaba o no hallaba las cuerdas, algo pasaba. Preferíamos que hiciera una sola cosa, o cantar, o tocar la guitarra, las dos no se le daba. No importaba, la complicidad de esa noche lo permitía.

No fue la única vez que percibí ese olor raro, pronto reconocí el olor.

Era una tarde de un día cualquiera. Estábamos recostados en una misma cama, no había nada que hacer, escuchar el silencio, ver las cortinas. No importaba otra cosa, nada era importante. Saqué un paquete de chiles de menta tipo americano. Rodrigo empezó a fumar, no era cualquier cigarro, identifiqué el olor. Al principio me desagradó, después no.

Fue la primera vez que lo vi un cigarro... Rodrigo lo aspiró fuerte, detuvo el humo, lo pasó a Emilio, Emilio me lo dio. Lo tomé. Me miraron, lo regresé. Rodrigo lo volvió a tomar, como cualquier cigarro, lo aspiró, retuvo el humo y lo expulsó con suavidad. Fumando Emilio, me hizo un breve movimiento de cabeza como dándome instrucciones calladas.
Mojé mis labios,traía mascando un chicle de menta. Agarré el cigarro, lo aspiré, lo expulse, no sentí nada. No me agradó ni me desagradó. Platicamos, reímos, los vi fumar y quedé dormido toda la tarde.