Al departamento llegó Carlos, el amigo de Axel con maleta, güitarra, una caja llena de triques y con muchas ganas de hacer desmanes. Hubo casa llena. Separados todo marchaba casi bien, revueltos me incomodó.
Algunas tardes noches yo seguía saliendo con Leonora, Natti y Octavio, pasábamos caminando sin comprar nada, a veces un café nos servía para estar sentados horas sin levantarnos. ¿De qué platicábamos? De todo y nada, había una necesidad de estar juntos. El cigarro era cómplice en nuestras charlas.
Octavio algunas veces se veía con ella… su amiga, novia o amante. Octavio no sabía que eran en realidad. Yo sí. No exagero al decir que si ella tronaba los dedos él estaba ahí; ella ordenaba, era la que hacía y deshacía en esa rara relación. Él decía que se había enamorado de ella, yo aseguraba sin decirlo, qué él era sólo un capricho de ella.
Octavio desayunaba, comía, cenaba, se bañaba, dormía pensando en ella; ella pensaba en otro.
Él era capaz de dejar todo por estar a su lado, de aceptar las migajas de amor y sexo que ella le regalaba; ella capaz de irse sin decir adiós.
Octavio no tenía nada que ofrecerle. Ella era una mujer independiente, guapa, coqueta, que siempre pagaba las cuentas del taxi, comida, hotel, que lo buscaba para estar con ella.
¿A qué hombre le desagradaría que una mujer hiciera eso?
Yo envidié eso.
martes, 4 de agosto de 2009
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