sábado, 19 de julio de 2008

Es que a oscuras no se ve nada

Es que a oscuras no se ve nada.
Me regalaron un ratón blanco. Pocas veces lo agarré y dejé que jugara con mi mano y subiera por mi brazo. Sus largas uñas como alfileres puntiagudos me daban pavor, asco. Aunque fuera blanco no dejaba de pensar que pertenecía a una familia de roedores.

Mi hermano lo adoptó, jugaba con él, lo sacaba en el día, por las tardes, lo llevaba a la escuela adentro de la bolsa de su camisa, lo presumía enfrente de sus amigos. No dormía con él. El ratón dormía en una caja de cartón con cama de aserrín.

Ese ratón no se despegaba de mi hermano, o mi hermano del ratón. Ambos andaban de un lugar para otro. Raras veces andaba en el piso. Tenía miedo, temblaba. Lo sentía cuando lo agarraba para devolverlo a su caja .
Vivía pues ese ratón en la bolsa de mi hermano y dormía sobre una cama de aserrín colocada en el pasillo, debajo de un mueble de madera que estaba en el pasillo. Ese pasillo daba al baño.

Esa noche, rara noche, pues nunca voy al baño de noche, fui al baño. Siempre prendo las luces por donde voy pasando, por que es de noche, y me da miedo, o para no caerme, esa noche no lo hice, caminé a oscuras, casi a tientas, a sabiendas que saliendo de mi cuarto, antes de las escaleras tengo que doblar a mano izquierda, luego otros dos pasos y doblo a derecha, camino derecho, giro a la izquierda y voalá, a oscuras puedo atinarle.

Saliendo de mi cuarto, pasando enfrente del mueble no prendí la luz que esta al lado de ella. En mi ida al baño escuché como una hojuela de maíz bien tostado crujía. No di importancia al principio, mi curiosidad pudo más, y de regreso al prender las luces vi al ratón moviendo sus patitas. Quedé horrorizado al ver a ese pequeño ratón, pues siempre al verlos he corrido más perseguirlos con la intención de matarlos.

Al otro día mis dos hermanos y yo contemplamos al ratón.
Le hicimos bolita en cuclillas, mi hermano el más chico le picaba la panza con un palo para cerciorarse y estar seguros que estaba muerto:
“¿… está muerto? “ y volvía a picarle la panza al ratón.
Sí esta muerto, decía. Y volvía a picarle la panza al ratón.

¿Qué hacía el ratón a esa hora ?
El caso quedó resulto tan pronto como empezaron las investigaciones. El ratón había roído día con día la caja de cartón sin que nos diéramos cuenta.
Esa noche, rara noche, salió de su casa, pasé yo, y a oscuras que no se ve nada y ...

miércoles, 16 de julio de 2008

Un día llegó...


Un día llegó un pajarito. No podía volar. Mi papá le dio de comer y no quiso irse, o no pudo volar. A veces se nos olvidaba que teníamos a ese pajarito, no hacía ruido, o por que comía las migajas de pan que había en el piso y no teníamos que alimentarlo. Brincaba de un lado para otro.

Se escondía y salía de entre las macetas de la casa, juguetes…no tenía casa como una mascota, de esas que tienen los perros en forma de iglú, o su arenero como los gatos, o jaulas como castillos, éste estaba tan pequeño y se sentía libre en la casa que brincaba de un lugar para otro, dormía donde le agarrara la noche o el frío. Cualquier lugar era bueno. En un zapato, debajo de cualquier mueble, bajo la cama, entre las plantas.

No trinaba, mi papá decía que ésta clase sí lo hacía. No lo escuchamos, nunca lo escuchamos o mi padre no sabía nada de pajaritos.

Todos lo queríamos o la queríamos. Mi papá decía que era pajarito. Un día que salimos de vacaciones y mí padre se quedó en la casa, como era costumbre él corría para ver a mi papá cuando llegaba de trabajar. Mi papá dice que cuando llegó no había luz, caminó a oscuras, cuando escuchó ese ruido supo demasiada tarde del pajarito.

Se le había olvidado por completo que él también vivía con nosotros.

martes, 8 de julio de 2008

No llevaba la contraria

Vengo de una familia conservadora, donde pocas veces se ha podido discutir, la mejor forma de llevar la fiesta en paz, es mantenerse callado, este o no se este acuerdo.

No le llevaba la contraria a mis padres, todo lo que hacía o decía lo parecía, lo juro. Pronto me acostumbré a un rotundo “ No” . Qué vas a estar yendo a esas fiestas tan tarde. “No puedes, dije “.

¿No tienes cosas qué hacer? ¡Qué vas a estar escuchando esa música horrorosa a todo volumen ¡ te dañaras tus oídos, entiende. Qué vas a estar saliendo con esos vagos, si todo el día andan en la calle, ¿ qué no tienen casa? Hueles a humo de cigarro ¿ ya estas fumando? No me pidas dinero, no tengo...¿ para que lo quieres ?

No puedes, no debes, no toques, no mires, apaga esa televisión, no repeles. ¡Vete a dormir ¡

Las primeras veces obedecía, después me escapaba.

viernes, 4 de julio de 2008

Ve a tus hijos

Mi madre decía que algún día acabaríamos con la casa.
“ ¡ itzhak ve a tus hijos, acabaran con la casa ¡ ” . Cuando algo la molestaba decía tus hijos, no decía mis hijos. Cuando pedíamos permiso era igual: “vayan con su padre”, por su parte mi padre nos remitía con mi madre: “vayan con su madre”. Era un ir y venir, tal parecía que ninguno tenía hijos propios.

Nunca acabamos con la casa. Sólo con el televisor y una cama.

martes, 1 de julio de 2008

Pesadillas

Las pesadillas después de ver películas de terror viene de sangre.

Al igual que yo, mi abuela soñaba con las películas de terror que veía. Rehuía cuando en ellas había monstruos o sangre. Pasaba mala noche después de verlas. Se sentía atacada por los monstruos, tenía que salir airosa de luchas a tres caídas. Soñaba que era a ella a la que perseguían; sí veía toros en la tele, soñaba que estaba frente a ellos, que tenía que torearlos, a veces era rejoneadora, otras matadora o banderillera, pero se veía con su ropa de ama de casa pero con capote y espada.

Eso la angustiaba, por eso veía prefería las novelas o el box. Si vía novelas comentaba a todos lo sucedido en ellas, como si fueran parte de su vida, o hechos de la vida real. Si veía el box era de las personas que se levantaba del su lugar, gritaba de la emoción, daba derechazos, izquierdazos. Se desvelaba por ver a sus campeones. Al otro día amanecía adolorida por tanto golpe que había dado. Eso todos lo sabíamos.
A mi abuelo con que estuviera la televisión prendida le daba igual. No había poder humano para alejarlo de ella. Claro que su pasión eran los toros y las luchas.

Creo que teníamos la misma adicción por la televisión y las luchas, de niño junto con mis hermanos veíamos todo el día las caricaturas, siempre y cuando mi padre no estuviera presente. El hecho que a él nunca le haya gustado la programación televisiva no significaba que a mí no me gustara. Le molestaba vernos delante de un televisor. Así que cuando él estaba nada más nos veíamos unos a otros y jugábamos.
Jugábamos a las luchas.