No tenía la más mínima idea de que iba a ser de mi futuro. Nunca me había puesto a pensar realmente acerca de él.
No tenía un propósito años atrás. Hacía mucho que no terminaba uno. Sí, no fumar, es verdad, pero no funcionó; tomar menos cerveza, pero fue mala elección. Los demás no tienen relevancia.
Algunas tardes leía. Veía mucha televisión mientras mi padre no estaba, escuchaba música. No fumaba en mi casa. Nunca lo hice. Mentira. Sí lo hice una o dos, o tres veces, pero el humo se metía por todos los rincones de la casa.
Mi madre siempre curiosa, insistente, indagadora.
— ¿A qué hora llegó tu padre…?
Ella pensaba en ese olor.En ese tufo característico de mi padre.
— ¿a ver sóplame?
No quedaba satisfecha con las respuestas. Con un fumador en la casa era más que suficiente.
No quedaba satisfecha con las respuestas. Con un fumador en la casa era más que suficiente.
—Hueles a humo de cigarro Itzhak.
Cuando decía mi nombre completo, en lugar de Itza, como ella me decía, era signo de que algo andaba mal.
— ¡Cómo crees ¡ Lo que pasa….
Lo que pasa que estuve con mis amigos, son ellos los que fuman, un señor venía en el micro fumando, y ya sabes como es ese olor. Huelo a cigarro, porque estuve en el cuarto de estudio, ya sabes como fuma mi padre. No es cigarro, lo que pasa que mi ropa huele a… contaminación, ya sabes a parte este suéter se mojó, vez como llegué todo empapado el otro día, es eso jefa.
No era suficiente tanta loción, mis chicles de hierbabuena, las pastillas halls de menta.
Mi madre bien que conocía el humo del cigarro, el olor que queda en el aliento, en el cuerpo, en la ropa. Me miraba, se daba la media vuelta y se marchaba, insatisfecha con mis respuestas, mi nerviosmo me delataba, me ponía rojo, sudaba, quedaba encogido de hombros con un sudor frío, alzaba las cejas y me sentía un completo idiota.
Mientras muchos se futurizaban y tenían definida su vida al salir de la preparatoria, yo no. No había hecho un proyecto de vida, solo vivía el día, sin preocuparme de nada, no tenía grandezas o sueños o ambiciones. Eso creo conflictos con mi padre.
—¿ y ahora que sigue?
—No sé.
—¿ Cómo que no sabes? Deberías de saber–, me dice en tono de reprimenda. Pero no digo nada. Sé que al levantarle la voz dirá que estoy ofuscado, y dirá que baje mi tono. Bajo la mirada.
—Creo q he pensado en filosofía.
—De eso no se vive.
No digo nada.
Me dice nada, me dejó volar.