El llegó todo empapado. No dije nada, los reclamos que horas atrás pensé se esfumaron cuando lo vi. Quería irme de ese lugar; no supe ni como nos fuimos. Llovía intensamente, no nos importó. Buscamos una ruta y me subí sin hacer más preguntas. Los vidrios empañados no dejaban ver nada, acaso vislumbraba tan sólo las luces de los demás autos, de lámparas y semáforos, lo demás me parecía cual pinturas abstractas. Tenía frío, hambre, sueño. No platicamos durante el trayecto. Al bajar caminamos muy poco. Ya no llovía.
El departamento se me hizo tan frío, al entrar lo primero que observé el garaje, cajas vacías y bolsas de basura ocupaban éste; no era el tipo de lugar que suelen barrer ni mantenerlo limpio. El foco que se supondría que tendría que iluminar el exterior estaba fundido, no de días, sino de meses y sin tener la menor intención de cambiarlo. Al entrar un olor a café se esparció por todo el lugar. Me bañe y cambie de ropa. Cené tan sólo tres tazas de café con un sandiwchs de huevo, no era de mi gran agrado, pero en ese momento me supo genial. Compartiría la recámara con Axel
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