miércoles, 31 de octubre de 2007

Epoca de lluvias

Época de lluvias. Como todas las noches que llegaba al departamento, me quitaba la ropa húmeda y los zapatos mojados. Una playera, un short, y unas sandalias era mi indumentaria. Así cenaba, y después seguía la plática con el grupo de amigos con los que compartía el departamento. Lluvia, truenos, es lo que me gustaba de ese tiempo, aparte de las conversaciones bohemias con cigarro en mano todos, miradas ausentes ellos, mirándonos … algunas veces, otras no tanto. Miradas perdidas en alguna parte, en alguna cama, en nuestras propias ropas, en la nada.
Habitual los jueves o viernes las conversaciones errantes pasaban a conversaciones llanas, sin ningún tema, pero cuando las cervezas y los cigarros llegaban, siempre los temas eran los mismos: ¿qué tal el día?; ¿la lluvia?; nuestras intimidades, mujeres, sexo… Nunca hubo otros temas. Tal vez no eran tan importantes para debatir sobre eso.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Welcome

Traté que mi relación con ellos se diera de la mejor manera posible. Eso creí. Nunca supe de quién fue la broma- tampoco nunca lo pregunté. Nunca estuve los fines de semana en el departamento. Un día cuando llegué con maleta y todo encontré sobre mi cama, debajo de las cobijas a una muñeca desnuda con las piernas abiertas. No había mucho que interpretar. Acaso descifré: Welcome, fuck me. Fue el único día que la vi, los siguientes fines de semana que pasaron no la volví a ver más. Ahora años después que escribo esto, pienso que habrá sido de esa muñeca.

Fue la primera y única broma que recuerdo. Teníamos nuestros diferentes puntos de vista, pero respete el de cada uno de ellos. Ahí todo lo que ellos hacían o decían, yo callaba. Muchas cosas llegaron a molestarme, pero no dije nada.

De suerte coincidíamos pocas horas al día. Llegaba tarde, por las noches llovía, llovía, llovía.

sábado, 20 de octubre de 2007

El primer viernes

El primer viernes nos presentamos formalmente. Entre semana la plática transcurrió de hola y algunas cosas vanas. En la primera recámara dormíamos Axel, Julio y yo. En la otra recámara dormía Camilo, Emilio y tiempo después otro wey llamado Carlos, amigo de Axel. Por la noche alguien llevó unas caguamas y algunas botanas. Escuchamos música ranchera a bajo volumen. Después de varias llamadas de atención por parte de la casera de desocupar el departamento al más mínimo escándalo o música a todo volumen.
Las camas servían de sillas, y el viejo escritorio servía de mesa. El tiempo de plática con caguamas los fines de semana no pasaba de más de dos o tres horas. Esa noche me sentí intimidado ante la mirada de todos.
¿Y qué te gusta?
¿… qué haces por estos lares?
¿Si chupas, verdad?
¿No te pegan?
¿Ya has cojido?
¿ Con quién?
¿Cómo fue?
¿…Y como dices qué te dicen?
Así transcurrían algunos fines de semana entre pláticas sosas, caguamas y cigarros.

domingo, 7 de octubre de 2007

Esa noche

Esa noche no platicamos. No así las noches subsecuentes, platicábamos hasta quedar dormidos. Cuando entré a la recámara me tendí sobre ella quedando con los brazos abiertos. Me acosté, pero no tenía sueño. Al apagar las luces no hablamos. Yo miré una y otra vez el lugar, hasta ese momento extraño. No había ruido, excepto el tic tac del reloj.

Las dos recámaras estaban en el segundo piso, y al entrar a una de ellas, donde yo dormía se veían dos camas, separadas ambas por un buró. Un mueble de madera viejo al igual que el televisor estaba junto a la puerta, frente a las camas. No recuerdo la marca del televisor, pero era blanco y negro, apuesto a que era de bulbos. No tenía clavija, las puntas del cable se conectaban directamente al contacto. Enseguida estaba un escritorio y una silla de madera. Sobre la mesa, nada. Arriba de ésta, sobre la pared, un reloj. Cerca al escritorio una puerta con un marco de madera, pero sin puerta que daba hacia un minúsculo pasillo que conducía al baño, éste sin puerta. En esa recámara, al rincón estaba un closet viejo, rústico, imponente, de techo a piso, de pared a pared. En la otra recámara estaba uno igual, éste después fue semitapizado con sobres de condones vacíos; colocados en hilera descendente sobre una de las juntas de la madera del closet.