lunes, 11 de febrero de 2008

El cumpleaños de Emilio

Ese día la tarde pintaba bien, pero al caer la noche hubo truenos y un fuerte viento. Llegué tarde al departamento, la fiesta casi acababa – acabar es un decir-. Emilio me presentó a su prima, ella fue la encargada de organizar todo y llevar a unas amigas, ellas fueron las que también cocinaron. Cuando le pregunté a Axel: ¿ wey de que me perdí? De nada wey. Donde que las pendejas no saben cocinar.
Al único que no le gustó fue a Axel, por que nadie reparó en la comida.

En las mesas del patio no había nada, arrazaron con todo, hasta con los quince paquetes de tostadas, bien que los conté, y las tres botellas de tequila, y varios six packs de cerveza. En la planta baja cocinaron, sirvieron en el patio, frente a las recámaras.

El novio de su prima llevó unas sillas, mesas plegables, una grabadora y unos discos. En las mesas acomodaron todo. Entonces cada quien se servía lo que quería. Yo no probé nada, parte porque había comido fuera, parte porque no había nada que hubiesen dejado. Sólo me tomé un vaso lleno de tequila con refresco de toronja que me sirvió ella. Creo que eso me desinhibió de bailar con una de sus amigas llamada Laura. La inhibida también era ella. Al bailar no me agarraba de la cintura, sino de los glúteos.

El fuerte viento y los truenos presagiaban una tormenta. Todos se metieron a las recámaras. No fue lo mismo. Mucho antes de las nueve de la noche se fue el mujerío. Tenían que estar antes de las nueve en la pensión donde vivían. Después de esa hora no había súplica ni excusa para poder entrar.

Aparte de nosotros se quedaron, el amigo de Axel, Carlos, ese era ya de cajón; un amigo de Julio; Rodrigo; el hijo de doña Angustia, y dos weyes de los que no recuerdo bien el nombre. Algunos de ellos llegaban y después no se sabía más de ellos.

Alguien llevó una botella más de tequila, vasos de plástico y más refresco de toronja. Tarde se les hizo a los gorrones para abalanzarse sobre esa botella. La plática siguió entre nosotros, Emilio bailó con Rodrigo. No se me hizo extraño que bailaran entre weyes. Conocí la otra cara de Carlos, el amigo de Axel. Siempre creí que era más extrovertido que yo. Ese día lo noté con más euforia que de costumbre. Entre que contaba chistes, y fumaba agarrando su vaso con tequila, daba pasos leves, suaves, intentando bailar solo.Su mente divagaba. Algunos le hicieron bulla, una rueda, eso a él no le importó, siguió bailando solo ,sosteniendo su cigarro y su vaso de plástico.

El otro wey llamado también Carlos conversaba conmigo, en la mano derecha traía un vaso con tequila y refresco y en sus dedos un cigarro; hacía aros de humo y se divertía con ellos. Nada relevante, temas sin importancia, para ser breve diría que plática de borrachos.

Rodrigo intentó bailar con Axel, todo indicaba que eran muy buenos amigos. Los que se quedaron no querían marcharse, había música, tequila, desmadre. Aprovechando una rueda, alguien tiró una botella. Te tocó a ti Rodrigo, perdiste. Encuérate. Lo hizo en un striptease apresurado, torpe, sin ritmo, le urgía despojarse de sus ropas.El bullicio que empezó, terminó cuando quedó sin nada bailando. Movía sus carnes de un lado para otro.
Todos siguieron en lo suyo, ignorando al exhibicionista. La música seguía con volumen suave, poco a poco se iban escuchando las conversaciones entre nosotros. Fue ese silenció que permitió escuchar el ruido impestuoso de alguien. Todos se miraron entre sí. Eso fue el inició de una guerra de gases. Ya había hecho efecto la combinación entre pozole, tostadas de frijol y de pata, alcohol, cigarros… tanta agitación. ..
Y es que el alcohol ya nos había desinhibido de una u otra forma. Así acabó la fiesta, entre bromas escatológicas e incesantes carcajadas que no parecían terminar, y gases, muchos gases de todos los ahí presentes.

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