miércoles, 23 de abril de 2008

Las conversaciones

Algunas veces participaba de las conversaciones entre machines., la mayoría de las veces en desacuerdo con sus conjeturas y su manera de pensar.
Era casi inconcebible que a esa edad alguien tuviera quejas de un condón. Así lo dijo una vez el Güero Ramírez: “qué no había condón que cubriera a gusto sus partes íntimas”. Le lastimaban un chingo y tenía miedo de una amputación, pues afirmaba que una vez a su perro le puso una liga apretada en su larga cola, secándose ésta, quedando mocho después. Esa queja en lugar de causar risotadas como era habitual, causó caras de preocupación.

Una larga lista de mujeres habían pasado por su cama, según él, su primo era testigo de ello, pues siempre remataba con un ¿verdad wey? , dirigiéndose a él.
Éste siempre movía la cabeza de arriba hacia abajo sin decir nada, afirmando con éste moviendo que era verdad. Cuando alguien ajeno a ese grupo de amigos llegaba, las conversaciones cesaban, indicándole de esta manera que no era bien visto ahí.

Por su parte El Negro afirmaba que el exceso de acné en su cara era provocado la testosterona en demasía, la masturbación y su virginidad. Eso causó sonrojes entre todos cuando en plena clase le preguntó al maestro de biología qué sí eso era verdad. El maestro lo desmintió una y otra vez, vaya la necedad del Negro. Uno y otro creían tener la razón. Así como pregonaba su virginidad así pregonó cuando lo dejó de ser dos años después. El acné no ceso.

Nunca faltaron las tácticas de los Don Juanes que daban técnicas de cómo ligar y llevarse a una vieja a la cama. La regla número uno: Tenía que obedecer siempre, no objetando nada, sino era falso su amor. Así cuando en los primeros escarceos sexuales ella objetaba al momento de desabrocharle la blusa, él podía decir sin remordimiento: ¿… es que acaso no me quieres…?

No sé que tantos disparates se decían en torno al miembro viril, como cuando oí accidentalmente una conversación entre mujeres. Una de ellas afirmaba que esa tumescencia viril era producto de un hueso que iba dentro. Sino cómo se explicaba esa forma y esa rigidez.
Yo no dije nada. Nada más me reí. Yo no tenía ningún hueso dentro de él, quedé pensativo
Muchas cosas contadas fueron mentiras, algunas de ellas verdad
Como la anécdotas del Gordo, un tipo bonachón de mediana estatura, pelo negro afro que le gustaba sobornar a los maestros y luego quemarlos con los demás, no importándoles a éstos. Tenía una asquerosidad de no ocultar la voluptuosidad de los vellos de su cuerpo. Se jactaba de no usar ropa interior y andar con la bragueta abajo.
No tenía tema de conversación, algunas veces reservado especialmente con las mujeres de su edad, no así con las mayores. Prefería siempre hablar en el pequeño círculo de amigos que mezclarse abiertamente con los demás.
Nos contaba de sus amantes que tenía, todas ellas mayores de edad. Eso fue verdad. Ya para acabar el último año escolar en un plática, una compañera nos comentó que el Gordo tenía una novia que le llevaba como diez años, pues casualmente era enfermera y vivía cerca su casa.

viernes, 18 de abril de 2008

Zapatos de suela de goma

Al salir de la secundaria dejé casi por completo de ver a Daniel. Un par de veces lo vi cuando cursamos la prepa, tuvimos turnos diferentes, aunado a una apatía aparente hacía mí. Cuando lo veía , sólo era : “Hola “.
No sé si era un farsante saludo. Podría casi jurar que los años no lo cambiaron físicamente. Mientras noté como crecían y tenían cambios los demás, a él lo vi de la misma estatura; delgado, moreno, pelo lacio, negro. Se levantaba y tenía el peinado ya hecho, de raya en medio. No había aire, lluvia o tormenta que lo despeinara.

Era lampiño, con cara de niño bueno, bonachón, serio, sonreía tímidamente. No sé cuantos pares de zapatos tenía; unos zapatos escolares negros de agujeta con punta redonda con suela de goma usaba en la secundaria. Eran los mismos que usaba los fines de semana. Más tarde en la prepa usaba un par muy parecido, eran pues los zapatos de suela de goma ya parte de su personalidad.

Eso me llamó la atención años después de haber salido de la prepa, cuando me lo encontré en la calle casi de frente, de improviso. La prisa de ese momento, la apatía que no sanó con los años hizo que sólo lo saludara sin esperar conversación alguna.

¡ hola, Daniel ¡

Hola , me dijo levantando un poco la cabeza.

No traté de hacer recapitulación de nuestra amistad, ésta se había marchitado años atrás. No se detuvo a conversar, tampoco lo hice yo. Al verlo, me evocó tantos recuerdos olvidados, desenterrados en ese momento, por ese casual encuentro. Lo vi igual … con los mismos zapatos de suela de goma. Este wey sigue igualito, no cambia, pensé.

Seguí caminando, eché reojo para verlo una vez más y me cuestioné sobre que sería de su vida. Tiempo después, me encontré fortuitamente con un compañero igual, de la secundaria. Hola, Itzhak, ¿cómo has estado?

Hacía años que habíamos salido de la secundaria, fue en la clausura donde lo había visto por última vez, cuántos años atrás.Tuvimos asperezas que nunca limamos, aún así me dio gusto saludarlo y contesté las preguntas que me hizo. Había sido muy amigo de Daniel, aún más, habían sido vecinos.

¿A quién has visto de la secu?, preguntó. En ese momento, un flash back invadió mi memoria, segundos tardaron para contestarla. Por más esfuerzos que hacía no podía ligar nombres, fechas, nada, esa era la realidad. Había sido de pocos amigos. O no había prestado atención con detalle acerca de quién o quienes habían sido mis amigos y cuánto tiempo había pasado en verlos.
Tuvimos diferentes amigos, a pesar que compartimos salón por más de tres años.
¡Daniel ¡ dije con firmeza. Era verdad, hacía menos de un año que lo había visto. Bien que lo recordaba, ¿ tú… a quién has visto? Hubo uno segundos de silencio.
¿No supiste?
¿Saber, qué wey?
A Daniel lo mataron días después de la clausura de la prepa.

martes, 15 de abril de 2008

La bolita de la secu

De siempre he sido de pocos amigos. Los primeros días de clase, hice amistad con dos compañeros, los tres nos juntábamos a la hora de receso. Un compañero, apodado El Flaco, nos contaba sus peripecias de fin de semana.

No escatimaba en detalles, y nosotros en preguntas. Siempre había algo que contar, y por lo mismo, algo que preguntar.

Era un mozuelo, con ralo bigote, pelo lacio relamido con algún tipo de gel que le daba un aspecto sucio. Güero, flaco, alto, con algunas pecas debajo de las ojeras y alrededor de la nariz. Nos llevaba algunos años, pero muchos mentalmente. Los fines de semana nos contaba de sus idas a los bailes, toquines, fiestas, cualquier lugar con música y mujeres era bueno.

Pantalón de mezclilla, botas vaqueras, era su vestimenta de fin de semana, acompañado siempre de un cigarro en los dedos de las mano. No tenía cara de niño, eso era verdad. Más con el fin de ligar y coger que con el fin de bailar, salía los fines de semana, el ser bailador le abría muchas puertas. En todas las fiestas acaba siempre con alguna mujer, prostituta, señora o dama sola, eso según él.

Todos los lunes, al inicio del receso llegaba el momento de preguntar sobre sus aventuras, juergas y revolcones.

Apartados de oídos pulcros, nos contaba sus andanzas. Éstas duraban fácilmente hasta los días miércoles. El Flaco empezaba, Daniel y yo, atentos, sin perder el más mínimo detalle de lo sucedido.

Nuestras conversaciones no distaban de otras en cuanto los temas. En cualquier bolita, el contexto de la plática era sexual. No se de que platicaban las mujeres, pero en nuestras pláticas había una denotación sexual en todo a nuestro alrededor. A escasos tres meses del inicio del ciclo escolar, El Flaco dejó de asistir. Con su partida se acabó la excusa de nuestra amistad entre Daniel y yo. A partir de ahí, mostró una apatía que no cambió en los tres años que compartimos salón. Nunca más volví a entablar conversación amistosa con él. Dentro del aula sólo el trabajo en equipo asignado por los maestros nos unía. Fuera de ella, nunca. Sólo un hola y adiós.

domingo, 6 de abril de 2008

El beso

Desde el segundo piso observamos todo, casi no platicamos esa tarde.
Nos habían visto juntos desde los primeros días de clase. Alguien grito: ¡¡¡Vamos a casarlos ¡¡¡
No objeté nada. Ella tampoco, no dudada en decir algo que no le gustara. Lo expresaba, incomodando a quienes la oyeran. Alguien con un conferido poder apócrifo de juez nos casó. Los dos prestamos atención. Las manos me sudaban- de siempre-, sequé mi frente y las palmas de mis manos con un papel klinex.

Un silencio se apoderó del salón. Nos tomamos de las manos. La ceremonia duró minutos. Pueden besarse.
En se momento un grupo compañeras agarraron a Dalila y otro grupo de compañeros me agarrarró. Insistan con gritos: ¡ beso¡ ¡ beso¡ A fuerza querían repegarnos. Fue la primera vez que olí su cuello, sentí sus senos y su cuerpo contra el mío. Estos rozaron una y otra vez.

Fuimos la última pareja que casaron en esa Kermés. La música bajó de volumen, empezaron a dispersarse, pero los gritos de beso seguían incesantes. Recuerdo más curiosos que conocidos.
En un momento de ofuscación abrí la boca buscando aire, mi corazón palpitaba aceleradamente. Mis labios totalmente abiertos cerraron los de ella, en lo que parecía un beso desenfrenado, practicado una y otra vez.
Ella y yo no volvimos a tratar este tema nunca más.

martes, 1 de abril de 2008

Ensueño

Esa kermés fue algo diferente para mí.
Poco antes había dejado la escuela primaria, no tenía amigos, aunado a que no se me daba ser amiguero. Sin tener el más mínimo de los gustos asistí. Me ha incomodado estar ante tanto desconocido, y me hallaba allí rodeado ante decenas de ellos.

Qué diferente la solemnidad en el patio central con uniforme los días lunes. Se procuraba estar atentos a las indicaciones del maestro que presidía los honores a la bandera ese día, vigilados por los prefectos. Cualquier risa o imprudencia durante los honores a la bandera, el castigo: estar dos pasos adelante de toda la formación del grupo, ante las miradas inquisidoras de toda la escuela.

Sin esa solemnidad, sin uniforme y sin prefectos, todos se transformaban. Las reminiscencias de la infancia todavía estaban bien marcadas, tanto en el aspecto físico como en las mentales, más en parte de ellos que en la de ellas, había por ahí muchas excepciones.

Ellas llevaban mucha delantera, preferían a los varones mayores, cualquier wey con bozo bien marcado, lo miraban como todo un casanovas; fácil disfrazaban su edad ya sea con un peinado diferente, minifaldas, zapatos altos y barniz en las uñas, querían a toda costa representar una edad que no tenían.


Para ellos, la vida o edad, les iba y venía. Disfrutaban estar ahí, nada complicado. Si unos converse o vans combinaban con pantalones deslavados, playeras de un equipo de fútbol, o basquetbolistas les era indiferente.

Llegué vestido con un pantalón de mezclilla ajustado, tenis converse y una playera blanca holgada con el Pato Lucas estampado en ella, recuerdo que nadaba en ella. Un dije con una lengua roja colgaba sobre mi cuello, tres pulseras hecha de hilos de varios colores con diseños de grecas llevaba sobre la mano izquierda.

Con indiferencia subí al segundo piso del plantel. No sabía bailar así que me concreté a observar a los demás. Thriller de Michael Jackson se escuchaba, al igual q los éxitos de Madona. Después de un breve silencio, Batman se escuchó hasta el cansancio.

Una grabadora de falluca gris con decenas de casetes a los costados servía para tal propósito.

Un grupo de alumnos, autodenominados policías, buscaban malhechores para apresarlos; un salón de clase se acondicionó para tal propósito , la única manera de poder salir de allí, a través de un soborno.

A Dalila la vi recargada sobre el barandal del segundo piso, cuál Ensueño de Manuel Álvarez Bravo, ensimismada en su mundo. Desde ahí se tenía la mejor perspectiva. No me atreví a hablarle . Nos separaba un muro.

Empezó a tararear …I just call to say I love you… Hice lo mismo, sin saber el significado completo de la letra, sólo lo hacía porque era una canción pegajosa.
¿ Te gusta también Stevie Wonder? Le dije sí. Era verdad, pero por mucho tiempo creí que Stevie era una Mujer