De siempre he sido de pocos amigos. Los primeros días de clase, hice amistad con dos compañeros, los tres nos juntábamos a la hora de receso. Un compañero, apodado El Flaco, nos contaba sus peripecias de fin de semana.
No escatimaba en detalles, y nosotros en preguntas. Siempre había algo que contar, y por lo mismo, algo que preguntar.
Era un mozuelo, con ralo bigote, pelo lacio relamido con algún tipo de gel que le daba un aspecto sucio. Güero, flaco, alto, con algunas pecas debajo de las ojeras y alrededor de la nariz. Nos llevaba algunos años, pero muchos mentalmente. Los fines de semana nos contaba de sus idas a los bailes, toquines, fiestas, cualquier lugar con música y mujeres era bueno.
Pantalón de mezclilla, botas vaqueras, era su vestimenta de fin de semana, acompañado siempre de un cigarro en los dedos de las mano. No tenía cara de niño, eso era verdad. Más con el fin de ligar y coger que con el fin de bailar, salía los fines de semana, el ser bailador le abría muchas puertas. En todas las fiestas acaba siempre con alguna mujer, prostituta, señora o dama sola, eso según él.
Todos los lunes, al inicio del receso llegaba el momento de preguntar sobre sus aventuras, juergas y revolcones.
Apartados de oídos pulcros, nos contaba sus andanzas. Éstas duraban fácilmente hasta los días miércoles. El Flaco empezaba, Daniel y yo, atentos, sin perder el más mínimo detalle de lo sucedido.
Nuestras conversaciones no distaban de otras en cuanto los temas. En cualquier bolita, el contexto de la plática era sexual. No se de que platicaban las mujeres, pero en nuestras pláticas había una denotación sexual en todo a nuestro alrededor. A escasos tres meses del inicio del ciclo escolar, El Flaco dejó de asistir. Con su partida se acabó la excusa de nuestra amistad entre Daniel y yo. A partir de ahí, mostró una apatía que no cambió en los tres años que compartimos salón. Nunca más volví a entablar conversación amistosa con él. Dentro del aula sólo el trabajo en equipo asignado por los maestros nos unía. Fuera de ella, nunca. Sólo un hola y adiós.
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