Desde el segundo piso observamos todo, casi no platicamos esa tarde.
Nos habían visto juntos desde los primeros días de clase. Alguien grito: ¡¡¡Vamos a casarlos ¡¡¡
No objeté nada. Ella tampoco, no dudada en decir algo que no le gustara. Lo expresaba, incomodando a quienes la oyeran. Alguien con un conferido poder apócrifo de juez nos casó. Los dos prestamos atención. Las manos me sudaban- de siempre-, sequé mi frente y las palmas de mis manos con un papel klinex.
Nos habían visto juntos desde los primeros días de clase. Alguien grito: ¡¡¡Vamos a casarlos ¡¡¡
No objeté nada. Ella tampoco, no dudada en decir algo que no le gustara. Lo expresaba, incomodando a quienes la oyeran. Alguien con un conferido poder apócrifo de juez nos casó. Los dos prestamos atención. Las manos me sudaban- de siempre-, sequé mi frente y las palmas de mis manos con un papel klinex.
Un silencio se apoderó del salón. Nos tomamos de las manos. La ceremonia duró minutos. Pueden besarse.
En se momento un grupo compañeras agarraron a Dalila y otro grupo de compañeros me agarrarró. Insistan con gritos: ¡ beso¡ ¡ beso¡ A fuerza querían repegarnos. Fue la primera vez que olí su cuello, sentí sus senos y su cuerpo contra el mío. Estos rozaron una y otra vez.
Fuimos la última pareja que casaron en esa Kermés. La música bajó de volumen, empezaron a dispersarse, pero los gritos de beso seguían incesantes. Recuerdo más curiosos que conocidos.
En un momento de ofuscación abrí la boca buscando aire, mi corazón palpitaba aceleradamente. Mis labios totalmente abiertos cerraron los de ella, en lo que parecía un beso desenfrenado, practicado una y otra vez.
Ella y yo no volvimos a tratar este tema nunca más.
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