¿En que momento llegó a gustarme el alcohol y ser cleptómano?
Debió haber sido en una fiesta. Sí, fue en una fiesta de quince años, yo apenas pasaba los dieciséis .
Sólo una vez fui chambelán. No me gustó. Fue más a fuerza que por voluntad. Esa vez no fui chambelán, fui invitado. No pasé la altura requerida para la quinceañera. De todas maneras no quería participar. Nunca se me ha dado bailar.
El día de la fiesta fue una noche excelente, bien se podía haber estado en una terraza contemplándola, fumando un cigarro, tomando una cerveza, platicando o fajando, a gusto de cada quién y se podía haber recordado esa noche por mucho tiempo.
A mí no se me olvidará.
Ahí estaban todos los primos, muchos habían cooperado para esa fiesta. Sí había que invitarlos, que mejor que fueran padrinos. En todas las mesas había una botella de brandy y una piña en el centro decorada con pedazos de piña, quesos y jamón. Al final arrasaron hasta con las piñas, que eran parte de la decoración.
Había una luz tenue en todo el salón, velas iluminaban las mesas. Me gustó la cena. El pollo frío y el espagueti estuvieron muy ricos, aunque el bolillo que me tocó estaba más duro que un pan de fiesta. Mi madre me dijo que no me quejara, que mucho hacía el papá de la quinceañera con festejarla.
Hubo mucha comida y mucho vino. De la música no presté atención. Salí antes de empezar el borlote.
Esa noche, dos de los chambelanes que eran mis amigos y dos primos más, todos ellos mayores que yo, pensaron en tomar clandestinamente fuera de ese lugar. Hurtarían algunas botellas.
Ese día, la suerte no estaba de mi lado. ¿Tienes miedo o qué?, me dijeron. Tenía miedo, pero no lo dije. Sólo moví la cabeza en un gesto de “ no tengo miedo” .
Pensé en que sería lo más sencillo del mundo. Agarrar la botella, guardármela en el saco y salir tan campante como si nada. A la luz de las velas, con la música de fondo, todos viendo a la quinceañera, ¿quién iba a prestar atención a un invitado robándose una botella?
Cuando el vals de la quinceañera terminó y pasó una interminable lista de padrinos, tíos, primos y colados a bailar con ella. Dudé un instante. Tal vez calculé mal el tiempo, por que era un vals que parecía no acabar.
Yo no pasaría a bailar con la quinceañera. No era padrino, ni me gustaba bailar. Dos ya se habían ido el lugar con las respectivas botellas. Faltaba yo.
Debió haber sido en una fiesta. Sí, fue en una fiesta de quince años, yo apenas pasaba los dieciséis .
Sólo una vez fui chambelán. No me gustó. Fue más a fuerza que por voluntad. Esa vez no fui chambelán, fui invitado. No pasé la altura requerida para la quinceañera. De todas maneras no quería participar. Nunca se me ha dado bailar.
El día de la fiesta fue una noche excelente, bien se podía haber estado en una terraza contemplándola, fumando un cigarro, tomando una cerveza, platicando o fajando, a gusto de cada quién y se podía haber recordado esa noche por mucho tiempo.
A mí no se me olvidará.
Ahí estaban todos los primos, muchos habían cooperado para esa fiesta. Sí había que invitarlos, que mejor que fueran padrinos. En todas las mesas había una botella de brandy y una piña en el centro decorada con pedazos de piña, quesos y jamón. Al final arrasaron hasta con las piñas, que eran parte de la decoración.
Había una luz tenue en todo el salón, velas iluminaban las mesas. Me gustó la cena. El pollo frío y el espagueti estuvieron muy ricos, aunque el bolillo que me tocó estaba más duro que un pan de fiesta. Mi madre me dijo que no me quejara, que mucho hacía el papá de la quinceañera con festejarla.
Hubo mucha comida y mucho vino. De la música no presté atención. Salí antes de empezar el borlote.
Esa noche, dos de los chambelanes que eran mis amigos y dos primos más, todos ellos mayores que yo, pensaron en tomar clandestinamente fuera de ese lugar. Hurtarían algunas botellas.
Ese día, la suerte no estaba de mi lado. ¿Tienes miedo o qué?, me dijeron. Tenía miedo, pero no lo dije. Sólo moví la cabeza en un gesto de “ no tengo miedo” .
Pensé en que sería lo más sencillo del mundo. Agarrar la botella, guardármela en el saco y salir tan campante como si nada. A la luz de las velas, con la música de fondo, todos viendo a la quinceañera, ¿quién iba a prestar atención a un invitado robándose una botella?
Cuando el vals de la quinceañera terminó y pasó una interminable lista de padrinos, tíos, primos y colados a bailar con ella. Dudé un instante. Tal vez calculé mal el tiempo, por que era un vals que parecía no acabar.
Yo no pasaría a bailar con la quinceañera. No era padrino, ni me gustaba bailar. Dos ya se habían ido el lugar con las respectivas botellas. Faltaba yo.
Tomé la botella. La guardé, caminé por entre algunas mesas. El centro de atención era la festejada, yo no, pero…como estaban filmando me desvié, ya no me podía regresar, no me detuve, pasé cerca de la quinceañera. Vi sus manos hacia mí. Su cuerpo se movía a ritmo de la música, venía valseando hacía mí. No pude huir. Ella me sonrió.
Agarró mis brazos, tan rápido que no pude detener con mis mano la botella de brandy que tenía oculta, resbalándose hasta el piso.
1 comentario:
Jajajaja.. esta sí estuvo buena.. jaja n_n
Ya me imagino a la quinceñera tan linda valseando hacia ti y tú con cara de 'no, por favor no'.
Jajaja, saludotes un besín XD MUACKS
Publicar un comentario