Las caguamas era nuestra rutina de fin de semana. Las pláticas de los viernes por la noches no eran intelectuales, ni hablamos de política o religión, eran cualquier otra cosa, menos eso, pero así la pasábamos bien. A veces a alguien se le daba por contar su vida, experiencias, sus problemas.
Muy intensas las noches bohemias, no duraban mucho tiempo, rara vez solían extenderse hasta pasada la media noche.
Algunas veces se conseguía más cerveza a las doce de la noche o a la una de la mañana. Sabíamos bien de las tiendas donde nos vendían cerveza cuando ya habían cerrado. Había que tocar en más de una ocasión.
Otras tantas suplicar por el vicio.
Yo nunca anduve rogando, nada más iba de acompañante, atento a lo que los demás hacían. Callaba. No éramos los únicos, encontramos a muchos amigos en las mismas condiciones. Muchos departamentos tenían juerga los fines de semana. Así empezaban en un lugar y terminaban en otro.
Una noche cuando la cerveza se había terminado, Aarón propuso conseguir vino. Eran más de las doce de la noche. No le importó si habíamos estado bebiendo, ni tampoco nos importó su estado de ebriedad.
Nos invitó en su auto, subimos y recorrimos el centro de la ciudad, la periferia. La idea original de buscar más alcohol, se convirtió en un recorrido turístico de media noche.
Él se pavoneaba señalado algunos tugurios baratos, la zona roja. No sé los demás, yo estaba embobado, él se lucía como todo un conocedor, un experto en esos menesteres -era mayor que nosotros-. Algo de él no me gustaba, ya alcoholizado se transformaba , a veces era pedante y mal hablado, un patán, estuviera tomado o no.
La ciudad es tan diferente por las noches… sin tráfico o transeúntes, las calles junto a la Catedral, antes llena de personas, o feligreses en busca de espiritualidad, curiosos o turistas, por las noches se transformaba. Las luces de las lámparas y los edificios coloniales eran mudos testigos de nuestra soberbia e inmadurez.
Muchos jóvenes al igual que nosotros iban en busca de aventura, conocer lugares antes prohibidos; algunos autos circulaban por los tugurios, despacio en las zonas rojas, curioseaban, se detenían, miraban, se marchaban. El único que visitaba prostitutas baratas era … No le importaba una gonorrea cada que las visitaba. Puedo apostar, casi sin perder, que guardaba parte de sus mesada para esa afición o adicción.
Impávidos circulamos por algunas calles oscuras. La plática se extinguió, ya no hubo plática, algarabía. La noche y el sueño parecían vencernos. Nadie se acordó de la famosa botella, más cuando una hora antes Aarón pidió dinero para la gasolina, y para la botella. Cuando de cooperar para alguna botella se trataba, todos ponían algún pero, hasta yo.
El tour turístico nocturno se terminó cuando Emilio vomitó todo cuanto ingirió , sacó su cabeza del auto cuál perro cuando se saca en un auto, Aarón no detuvo la marcha.
Un saludo a mi fiel lectora: " Garambulla "