lunes, 20 de abril de 2009

Mil novecientos noventa y nueve

Cada vez pasaba menos tiempo en el departamento y más fuera. Cualquier pretexto era bueno para estar en la calle. Hacía algún tiempo que no cortaba mi cabello. No lo peinaba, lo echaba hacía atrás, tratando de hacer una pequeña cola de caballo. Me veía desalineado, no me importaba.

Usaba unos inseparables zapatos de gamuza verdes, y una sudadera con gorro de igual color que me acompañaba a todos lados.


Algunas tardes- noches me gustaba caminar, así caminaba desde Paseo Bravo, hasta la Catedral, por toda Reforma. Siempre había algo nuevo que ver. Me ha gustado siempre el aire fresco de la noche sobre mi cara, o la suave brisa de un chipichipi, sentarme en una banca cualquiera, en un open restaurant, prender un cigarro y ver la gente pasar.

Ver las cosas más imperceptibles, sin hablar, sin concentrarme en nada, sólo escuchar el ruido de unos tacones al pasar, de un claxon, las risas de un grupo de amigos, de una plática a la que no estoy invitado, oler el aroma de un café, jugar con un cigarro entre los dedos de mi mano, cómo en espera de una cita no acordada, divagar sobre las historias de cada uno de los que están ahí.

Me gusta acompañar mi café con una rebanada de pay de queso, cubierto con salsa de zarzamora, el café, el café.

martes, 14 de abril de 2009

Emilio no sabía tomar

Emilio no sabía tomar.

Bueno, a cada borracho le pega diferente.

Julio, era de los alcoholizados que se duermen sin decir agua va. Tomado, cualquier rincón le era indiferente. Él podía ir a donde hubiera licor de cualquier clase, siendo gratis, todo era bueno. Tomaba, permanecía callado. ¡ Hey Julio, salud¡ Sí contestaba estaba ahí, pero ausente, sino, pues ya estaba dormido. Nunca hizo desmanes, causó problemas, nada. Un expediente limpio.


A Carlos, el amigo de Axel le daba por bailar, en pareja o solo… el chiste era bailar, si pasaba uno cerca lo agarraba como pareja. Nunca insultaba a nadie, ni bromeaba, nada, lo suyo, era el baile.

Al otro Carlos le daba aires de grandeza. Contaba de lo que gastaba en bares, de los diferentes tipos de alcohol, su calidad, precio.
Hablar, hablar, hablar.


A Rodrigo se le iba andar abrazando a todo mundo.

Yo una vez baile y me hicieron rueda, pero nunca quedó como una anécdota o comentario futuro.

Cualquiera podría jurar que Emilio no tomaba. Parecía todo, menos un borracho. Amigo lo era, de eso no cabía la menor duda…pero cuando tomaba más de la cuenta era la clase de borrachos que abraza a uno, decía al que estuviera cerca cuánto lo quería.
Empezaba a contar su vida, cómo el que cuenta sus intimidades a alguien de su entera confianza. Remataba con lágrimas, se acordaba de penas añejas, después venía la violencia: ¿qué me vez?, Psss lo que quieras pendejo. Se ponía en guardia para los golpes, sí es que no terminaba vomitando antes.
Al otro día decía que no se acordaba de nada.

En algo coincidimos todos. Cantar. Cantamos sin importar lo desafinado que éramos – es que el alcohol desinhibe -.
P.D.
En la recta final de Itzhak.

viernes, 10 de abril de 2009

Intensas noches bohemias

Las caguamas era nuestra rutina de fin de semana. Las pláticas de los viernes por la noches no eran intelectuales, ni hablamos de política o religión, eran cualquier otra cosa, menos eso, pero así la pasábamos bien. A veces a alguien se le daba por contar su vida, experiencias, sus problemas.

Muy intensas las noches bohemias, no duraban mucho tiempo, rara vez solían extenderse hasta pasada la media noche.

Algunas veces se conseguía más cerveza a las doce de la noche o a la una de la mañana. Sabíamos bien de las tiendas donde nos vendían cerveza cuando ya habían cerrado. Había que tocar en más de una ocasión.
Otras tantas suplicar por el vicio.


Yo nunca anduve rogando, nada más iba de acompañante, atento a lo que los demás hacían. Callaba. No éramos los únicos, encontramos a muchos amigos en las mismas condiciones. Muchos departamentos tenían juerga los fines de semana. Así empezaban en un lugar y terminaban en otro.

Una noche cuando la cerveza se había terminado, Aarón propuso conseguir vino. Eran más de las doce de la noche. No le importó si habíamos estado bebiendo, ni tampoco nos importó su estado de ebriedad.

Nos invitó en su auto, subimos y recorrimos el centro de la ciudad, la periferia. La idea original de buscar más alcohol, se convirtió en un recorrido turístico de media noche.

Él se pavoneaba señalado algunos tugurios baratos, la zona roja. No sé los demás, yo estaba embobado, él se lucía como todo un conocedor, un experto en esos menesteres -era mayor que nosotros-. Algo de él no me gustaba, ya alcoholizado se transformaba , a veces era pedante y mal hablado, un patán, estuviera tomado o no.

La ciudad es tan diferente por las noches… sin tráfico o transeúntes, las calles junto a la Catedral, antes llena de personas, o feligreses en busca de espiritualidad, curiosos o turistas, por las noches se transformaba. Las luces de las lámparas y los edificios coloniales eran mudos testigos de nuestra soberbia e inmadurez.


Muchos jóvenes al igual que nosotros iban en busca de aventura, conocer lugares antes prohibidos; algunos autos circulaban por los tugurios, despacio en las zonas rojas, curioseaban, se detenían, miraban, se marchaban. El único que visitaba prostitutas baratas era … No le importaba una gonorrea cada que las visitaba. Puedo apostar, casi sin perder, que guardaba parte de sus mesada para esa afición o adicción.

Impávidos circulamos por algunas calles oscuras. La plática se extinguió, ya no hubo plática, algarabía. La noche y el sueño parecían vencernos. Nadie se acordó de la famosa botella, más cuando una hora antes Aarón pidió dinero para la gasolina, y para la botella. Cuando de cooperar para alguna botella se trataba, todos ponían algún pero, hasta yo.
El tour turístico nocturno se terminó cuando Emilio vomitó todo cuanto ingirió , sacó su cabeza del auto cuál perro cuando se saca en un auto, Aarón no detuvo la marcha.
Un saludo a mi fiel lectora: " Garambulla "