miércoles, 20 de mayo de 2009

No mantengo vicios ajenos

Esa vez Aarón estaba tomado. Quería seguir tomando. Yo no. Quería que le invitaran más cervezas. Yo no.

Me dijo tacaño, cuando el que debería pagar sus propios vicios era él.

No contesté, empezar un diálogo que no va a llegar a ningún feliz término no tenía caso. Sí de cooperar para una cerveza se trataba, cooperaba para tres o cuatro cervezas chicas, ¿por qué habría de cooperar para un cartón? No soy borracho. En caso de cooperar para una botella. No cooperaba ¿por qué cooperar para una, cuando no tomo alcohol, sólo cerveza?

Entonces sacó a relucir las veces que había cooperado para las cervezas, las veces que había invitado las botellas, hasta el día que nos dio un tour por el centro. Nadie le reprochaba que esa no era su casa, el gorrón era él.

Me molestaba la forma cómo pedía él las cosas, su tonito de voz, su facha, su pedantería, en muchos se alaban sus malas palabras, las suyas no eran atinadas. Cuando alguien me es indiferente, me doy la media vuelta y sigo mi camino.

Lo deje hablando, siguió vociferando. Al otro día él no recordaba nada, yo sí.

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