sábado, 27 de febrero de 2010

La soledad de Rodrigo

Caminando, cerca de la ruta diez, me encontré a Rodrigo. Era el mismo Rodrigo que había conocido; botas industriales, pantalón de mezclilla, su camisa a cuadros... y cargando su periódico de la Jornada en la mano.
Era una fotografía andante, como una vez alguien del departamento comentó.


Platicó de su carrera, su vida, y de algunas cosas tan irrelevantes para mí, como el experimento que hicieron al vertir jugo de naranja al concreto para que fraguara más rápido. Después de una breve plàtica, caminando sin rumbo llegamos a su departamento. Fumamos.
Y me volvió a contar sobre el fraguado, formulas, materiales de construcción, no dije nada, calle al verlo platicando con ese ímpetu.

Creo que la soledad lo estaba matando.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La pesadilla de Julio

Muchas noches habían pasado en el departamento, incontables lluvias, infinidad de conversaciones sobre esto, aquello… Quien permanecía todo el tiempo en él , era Emilio; quienes no estábamos en él los fines de semana eran Carlos - había otro Carlos en el departamento, que era amigo de Axel- y yo.

Al llegar del fin de semana, entrar al departamento y saludar, era usual que me contaran los pormenores en mi ausencia, si es que había… las anécdotas eran detalladas al anochecer, después de la cena, justo antes de dormirnos, siempre había un tema, una plática sencilla, ¡ siempre¡

Fue un fin de semana caluroso, debió haberlo sido porque julio tomó cerveza bien fría ya por la tarde noche, y no fue una, sino dos, aunque era tentado más por el vino, y sólo le alcanzara para cerveza. Era muy raro que no hubiera nadie en el departamento, esa noche julio se quedo solo. Nos dijo que prendió la televisión, aunque sólo la escuchó, no la vio, pues le aburrió la película. Dice que no se emborrachó, recordó detalles de lo sucedido, no era el típico ebrio que inventa disparates, historias, o que conversa y termina agregando sal y pimienta a su retórica, ¡no¡

Lo que no recuerda es la hora en que se quedó dormido. Dijo que apagó la tele, fue al baño, colocó la caguama en el piso, se recostó sobre la cama viendo al techo y colocó su cabeza sobre las palma de sus manos. No tenía sueño. Dijo sin remilgo que lo único que pensaba esa noche era follarse a una vieja, pero que no tenía dinero, pensó en él y en que haría si tuviera mucho, mucho dinero. Lo primero que se le vino a la mente fue en tener un harem. Todos reímos, él no, su harem era cosa seria.

Continuó hablando.

…no recuerdo la hora, esa noche no tuve sueño. Fue un día aburrido, y es que no tenía a donde ir, me quedé sin dinero, tampoco nadie me invitó a embriagarme, tampoco quise rogar por ello. El sueño tuvo que haberme vencido, porque desperté cuando escuché ruidos, pensé que provenían de la calle. Me levanté y hasta pensé que venían a echar juerga a esas horas, supuse que todavía no era tan tarde. Juro que escuché mi nombre, por eso me levanté. Tomé uno trago de cerveza y volví a ir al baño, no vi el reloj de la recámara porque sabía que no tenía pila.

Me volví a quedar dormido, aunque no tenía sueño, volví a despertar cuando dijeron “Julio “. Lo escuché clarito. Cómo si hubiera estado despierto.
Ya no quise dormirme ni tomar cerveza, pensé que era estaba alucinando, pero no me dio miedo.

Cuando escuché un ruido afuera de la recámara tampoco me dio miedo, porque sabía que era el gato, a veces se metía al cuarto el wey cuando la puerta estaba abierta. Tuve que haberme quedado dormido, porque cuando volví a escuchar mi nombre estando acostado, pensé que estaba soñando.

En ese momento Julio pide un cigarro, lo prende y lo fuma despacio...escuché un ruido afuera de la recámara, pensé que era alguno de ustedes, por eso pregunté qué quien andaba ahí. Nos reímos. El hizo una mueca, arrugó su frente y nos miró.

…Me levanté de mi cama. Me asomé por la ventana. No había nadie. Cuando nadie respondió a mi pregunta me dio miedo, empecé a sudar. Ya no tuve valor para andar preguntando nada.

…Por ésta que alguien andaba allá afuera, nos dijo y cerró el dedo pulgar, levantando el índice, y después besándolos, en una señal de juramento. Es más, entró por la puerta de la otra recámara. Agarré un envase de caguama vacio y quedé al lado del pasillo que va al baño, casi me meo del susto, ya no me pude mover, ni preguntar nada, por más que quería preguntar, no me salía la voz. Escuché unos pasos en la otra recámara , se dirigía a éste cuarto, lento, cómo si estuviera jugando conmigo, con mi miedo…no podía gritar, casi chillo, entonces me encomendé a Dios, traté de rezar en vano, porque no me acordé de nada, por más que me encomendé a él, lo que nunca, pero aún así escuchaba los pasos hacía mí. Pensé que moriría de puro susto.


...Apesar que hacía mucho calor, me dio mucho frío, las piernas las sentía débiles, como si hubiera corrido mucho. Tenía en mi mano el envase de caguama y se la quebraría al primero que entrara. Mi mirada se centró en los vidrios de las ventanas, pensé en correr y saltar del segundo piso. Tomó su cigarro, lo fumo y dijo asegurando. “ por poco y lo hago….” Por primera vez pensé en la muerte, creí que venía por mí, suena algo loco, pero así pensé.

No recuerdo más. Al otro día amanecí con un chingo de dolor en mis piernas.
Creí que era una pesadilla, pero en los pies de mi cama estaban los restos del envase y tierra proveniente del patio, dejando marcado la suela de un zapato.

jueves, 1 de octubre de 2009

En el café del centro

La última vez que estuve con mi playade de amigos, fue un día al ocaso de la tarde en un café del centro.

Traíamos paraguas, aunque no llovió. Leonora pidió un té, como cuando lo pedíamos por la mañana, aprovechando que antes de las once era gratis, después con descaro pedíamos café, como si hubiéramos pagado la primera taza de café.

¿Qué pensarían si estuviera embarazada?, dijo Leonora. No lo había pensado antes, ni ninguno de nosotros. Dependiendo de la situación se diría: ¡felicidades¡ ¿ cuánto tiempo tienes? ¿Será niña o niño?

Me pregunté: ¿quién es el papá? Su papá hubiera preguntado ¿es de algún maestro? Y seguirían más preguntas, ¿por qué no te cuidaste? ¿ te casarás con él? ¿es casado? Y en un tono suave, comprensivo, protector sin decirlo ¿ahora que harás, abortarás?¿ qué harás con un niño? ¿Cuánto tiempo llevaban de novios? ¿De qué me había perdido?
Es que yo de siempre he sido preguntón.

El papá del niño, y digo papá , pues en realidad nunca habían sido novios, sino sólo amigos, era un joven abogado, alto, güero, bien parecido, de ojos claros, de barba cerrada, voz gruesa, algo pedante, con el pelo negro relamido con abundante gel y con nariz fruncida todo el tiempo, irónicamente todo lo contrario a ella; Leonora había dicho que le caía mal, pues era demasiado burgués. Del amor al odio y ya había un hijo de por medio.

¿Los ideales contaban? ¿A que clase pertenecería después, burguesa o proletaria?

El repique de las campanas de la catedral dio pie para finalizar nuestra conversación esa noche bulliciosa, ahí en ese café. Me despedí de ellos, abrazé a Leonora, Natti, Orlando, tomé mi paraguas. Me despedí con paso lento hacia Paseo Bravo mirando la luna llena mientras buscaba un cigarro en la bolsa de mi camisa , un frío aire acariciaba mi rostro y dispersaba el humo de mi cigarro.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Amor con fecha de caducidad

Era una tarde oscura pero despejada, sin nubes, sin luna, con un aire tibio. Caminando sobre la calle de Reforma, Octavio me contó más sobre su novia. Lo sentimental le salía de repente, ¿sería el humo del cigarro, o el bullicio de la gente, los autos, o todo junto? Apuesto que estaba dispuesto a dejar todo por ella; lo de él no era amor, era una adicción al sexo, pero amor era algo cuestionable. Uno se puede enamorar de cualquier mujer, ¿pero de una prostituta?

Él para ella era sólo un objeto, un amor desechable con una caducidad próxima a caducar.

Todo lo que sabía de ella era por voz de él. Creo que era su mejor amigo, que digo su mejor amigo, su único amigo, su confidente, porque con ella no platicaba, sólo tenían relaciones sexuales; yo confidentes no tenía, lo escuchaba, no cuestionaba, no opinaba, sólo sí me pedía alguna opinión, de lo contrario me concretaba a escuchar.

Lo que me pasaba no lo contaba a nadie, lo guardaba en algún lugar sin sacar mis sentimientos o emociones. Pensaba mi vida era tan irrelevante, que no tenía caso contarla.

No sé que se decían los mejores amigos, pero el me contaba todo, hasta su relación marital a detalle. Bueno, lo único que él tenía en la cabeza en ese momento era una luna de miel Interminable.

Algunas semanas después, encontramos a su novia sobre la acera contraria a nosotros. Era realmente joven y muy guapa, como alguien de mucha clase.


Traía unos pantalones blancos ajustados, con unas sandalias altas, una blusa entallada y una mascada pequeña y discreta sobre su cuello, el pelo lo llevaba suelto a raya en medio. Sin enseñar su cuerpo dejaba todo a la imaginación.

Octavio se detuvo, la miró, ella no; salía con un señor treinta años mayor que ella, independiente, de buen nivel económico, y casado. Eso a ella ni a él parecía impórtales.

El amor que un día pensó que habían sentido por él había caducado.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Rodrigo Vs Axel

No le di importancia cuando mis síntomas apuntaban a un leve resfriado, me había resfriado tantas veces que había perdido la cuenta. Días después me bañé temprano y salí sin suéter, regresaron nuevamente los síntomas de lo que parecía un resfriado, ésta vez con más intensidad. Nunca antes había estado así, me sentía muy mal, deprimido, tenía escalofríos, fiebre. Me regresé al Defe, estuve ausente del departamento por dos semanas.

Cuando regresé me contaron que en mi ausencia hubo una fiesta en el departamento. Cada uno tuvo una versión. Me contaron que Axel y Rodrigo tuvieron un altercado, en eso coincidían todos. Julio no recordaba nada, dijo que se quedó dormido pasada las doce de la noche, por lo que supuso que la riña fue después de esa hora. Carlos no estaba, el otro Carlos, amigo de Axel me contó a detalle lo sucedido.

Recordaba todo con precisión, a veces agregando detalles que no pasaron, pero eso a él no le importaba; no recordaba el motivo de la reunión. No tenía que haber un motivo, ahí se tomaba si alguien estaba triste, o si estaban todos contentos, o si era fin de semana. Sí hubiera habido un motivo en especial, éste hubiera pasado a segundo término porque ahí se tomaba cada ocho días, no importando el motivo.

…Empezamos con cervezas wey, vinieron unas amigas de Emilio wey, esas viejas siempre están donde hay alcohol gratis wey, ¡ nunca faltan¡ Vinieron la Alejandra, Sandra la caderona, la que esta bien buena wey. La que no vino fue su prima de Emilio wey, andará con su wey, ¡ seguro¡ Ah wey… se me olvidaba, también las dos chavas gueritas que viven por conta. Y ps también vino el otro wey que siempre se me olvida su nombre; el que no faltó fue Rodrigo, su viejo de Emilio…


Emilio no estaba en ese momento para dar una réplica, tal vez por eso contaron todo a detalle, dando cada uno de ellos su versión.

...Ah y te digo, cuando las cervezas se acabaron fueron por vino.

¡Esos pendejos para tomar no sirven¡ , dijo Julio.

¡ Tú pareces burro viejo qué en donde quieras te duermes, wey¡, dijo Axel.

Yo no decía nada, todavía no sabía el porqué de los golpes entre Rodrigo y Axel... Ah, te decía, Itzhak. El único que faltaba, ¿ quién crees que era... ? Pues Rodrigo, me dijo, y continuó hablando mientras Axel sacaba un cigarro de su cajetilla Marlboro , con un ademán mostraba la cajetilla. Tomamos un cigarro cada cada quien.


...Éste wey pensó que andaba bien pedo, ¡ pendejo¡ , dijo Axel. Tenía sueño, pero no andaba apendejado, wey. El puto estuvo relax toda la noche, para no hacerte el cuento largo, andaba con sueño, pensé dormir en el otro cuarto, ahí no había nadie, wey. Mientras hablaba aspiraba el humo del cigarro y luego lo soltaba hacia lo alto. Rodrigo me llevó al cuarto, su mano la traía en mi hombro, como abrazando, bien que me acuerdo, chinga. El puto atrancó la puerta wey, yo me di cuenta, sino hasta después. Entonces me tocó la entrepierna. Quería desabotonarme el pantalón, pero estaba más pendejo que yo y no pudo.

Entonces el wey me besó, y fue cuando lo empecé a madrear. El wey no encontraba el apagador y la puerta la tenía atrancada con una silla, corrió hacia la puerta que no abrimos. Quiso abrirla, la jalaba. Estaba atorada, no abrió.

Tuvimos que empujar la puerta, dijo Carlos. Estaba atorada, escuchábamos gritos, como de una vieja loca gritando. Hubo silencio. Julio sacó el humo de cigarro que tenía en su boca, hizo unos aros de humo despacio, como haciendo tiempo.

¡ Yo entre sueños pensé que estaban matando a un puerco¡

Julio volvió a tomar su cigarro, quedó serio, mientras nosotros nos reímos al escuchar tal disparate.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Raro día

Raro día

Era un día feriado, las horas transcurrían lentas, como si el reloj no avanzara. Yo había abierto las cortinas de la recámara, ahora que recuerdo no sé porque siempre permanecían cerradas; miraba el cielo, oscuro, lúgubre, fumaba recostado sobre la cama. No había nadie a esas horas, raro día.


Emilio recién acababa de llegar con Rodrigo, me saludaron y se recostaron en la cama junto a mí, rolé mi cigarro. Nunca supe que pensaban ellos, que pasaba en ese breve instante por su mente… Emilio no conversó de sus conquistas, si Carlos hubiera estado ahí, lo hubiera mirado suspicaz, con cara de incrédulo, sin disimulo, pedante; Julio le hubiera pendejeado más de una vez, era el único experimentado con las mujeres, el que no tenía que andar pregonando, aunque sus experiencias, fueran todas ellas prostitutas.

Emilio, empezó a conversar de lo que Julio alguna vez le contó, de algunos ruidos extraños que había escuchado en el recámara contigua a nosotros. Bajó la voz, lo miré serio. Sus conversaciones eran siempre de mujeres, sexo. No creí lo que decía en ese momento. Rodrigo sacó un cigarro de marihuana, lo encendió y callamos.

Emilio lo tomó, dio una fuerte bocanada, la contuvo unos instantes y la expelió de manera suave.

Dice el pinche Julio, que ha escuchado ruidos… el pendejo ha de haber estado bien borracho, o drogado, para andar escuchando esos ruidos.
¡ pendeejo¡

Yo me acuesto en el otro cuarto, y me he quedado solo en el departamento muchas veces y nunca he escuchado nada. Hizo una señal con sus dedos y afirmó: ¡ Por Dios que nunca he escuchado nada¡ Ya me lo había dicho otro wey…no le creí, de hecho sigo sin creerle. Yo creo que por eso se fue de aquí el wey. Qué va andar escuchando ruidos Julio, el pendejo, tiene el sueño pesado. ¡ Al wey no lo despierta ni un temblor¡

Empezamos a reír sin parar.


El olor del cigarro invadió todo el lugar. Emilio abrió la puerta de la recámara; el cielo ennegrecido se iluminaba por los fuertes truenos. Me levanté de la cama y contemplé la lluvia. Me pare en el filo de la puerta, caía en ese momento un recio aguacero, un aire frío, suave, me acarició. Rodrigo me pasó el cigarro y lo fumé despacio, y de pronto me sentí melancólico, demasiado sentimental al ver la lluvia, las gotas que rebotaban en el suelo mojaban mis pies descalzos.

Extendí mi brazo y toqué la lluvia, salí de la recámara y me quedé en medio del patio. Las gotas de agua deshicieron mi cigarro entre mis dedos; mi cabello que no había cortado en meses y lo traía amarrado en una cola de caballo caía mojado sobre mi rostro.
Empecé a dar vueltas como un niño en un loco juego, solitario. Ya no fumaba. Me quité la camisa, el pantalón y quedé desnudo bajo la lluvia

martes, 4 de agosto de 2009

Ella

Al departamento llegó Carlos, el amigo de Axel con maleta, güitarra, una caja llena de triques y con muchas ganas de hacer desmanes. Hubo casa llena. Separados todo marchaba casi bien, revueltos me incomodó.

Algunas tardes noches yo seguía saliendo con Leonora, Natti y Octavio, pasábamos caminando sin comprar nada, a veces un café nos servía para estar sentados horas sin levantarnos. ¿De qué platicábamos? De todo y nada, había una necesidad de estar juntos. El cigarro era cómplice en nuestras charlas.

Octavio algunas veces se veía con ella… su amiga, novia o amante. Octavio no sabía que eran en realidad. Yo sí. No exagero al decir que si ella tronaba los dedos él estaba ahí; ella ordenaba, era la que hacía y deshacía en esa rara relación. Él decía que se había enamorado de ella, yo aseguraba sin decirlo, qué él era sólo un capricho de ella.

Octavio desayunaba, comía, cenaba, se bañaba, dormía pensando en ella; ella pensaba en otro.
Él era capaz de dejar todo por estar a su lado, de aceptar las migajas de amor y sexo que ella le regalaba; ella capaz de irse sin decir adiós.

Octavio no tenía nada que ofrecerle. Ella era una mujer independiente, guapa, coqueta, que siempre pagaba las cuentas del taxi, comida, hotel, que lo buscaba para estar con ella.

¿A qué hombre le desagradaría que una mujer hiciera eso?

Yo envidié eso.