Ya estaba en segundo año de secundaria cuando comulgué por primera vez. Mi madre no logró convencer a mi padre de renunciar a su religión, ni mi padre de que mi madre renunciara a la suya, ni tampoco sus padres lo pudieron lograr, de ahí la indiferencia mutua que ambas familias siempre se tuvieron. Si la religión no los unía no los uniría nada.
A diferencia de otros niños nunca me entusiasmé como los demás. Recuerdo que para muchos era algo esperado y trascendente, en especial para algunas infantas. Se sentían como novias chiquitas en esos vestidos blancos, pulcros, pomposos. Caminaban del brazo de sus padres, alzando con timidez su vestido para que no hubiera mancha, mostrando sus zapatos nuevos y calcetas blancas, garbosas hacia el altar.
Algunas lo usaban todo el día, aunque por lo habitual después de la ceremonia se cambiaban. No sé si alguna otra vez lo volverían a usar.
Recuerdo a una de ellas. Ya al ocaso de la tarde, corría, giraba para que flotara el vuelo de su vestido ya manchado en el largo de éste. Alta ella, parecía novia que había perdido la razón.
Ellos sólo en un atuendo blanco, simplón. No importaba, con un pantalón y una camisa blanca bastaba, se decía que nunca más volveríamos a vestir así.
Estuve en una preparación que llevó más de lo habitual. Varias faltas consecutivas que tuve a causa de la varicela fueron suficientes para no continuar, a punto, pero ya no fui.
Después, fue la falta de dinero de mis padres. Bajo el argumento de no tener dinero y la excusa de seguir asistiendo, ya que así saldría mejor preparado. El interés lo había perdido hacía mucho. Una vergüenza de ser el más grande del grupo me incomodaba. Contestaba las preguntas que me hacían y asistía por inercia, por la extrema y férrea autoridad de mi abuela materna. Entonces no importaba la opinión de uno. Era sólo obedecer de mala gana. No se contradecía a los adultos mayores, menos si se estaba uno preparando para recibir la comunión. Cualquier insolencia por parte de uno salía a flote lo de la preparación para la comunión.
Recuerdo mi turno en la confesión. Ese día tenía que estar arrodillado frente al sacerdote, delante de los que comulgarían por primera vez, de los que padres de éstos y familiares que esperaban su turno.Impacientes, a la espera de pasar, como si tuvieran una larga cadena de pecados que contar y tuvieran necesidad de ser absueltos.
Confieso que las gotas de sudor me escurrían como lagrimas que caen sin detenerse. “Por Dios, hijo, qué pecados puedes tener tú”, me dijo mi tía Eulalia, dándome un beso antes de arrodillarme ante el sacerdote.
¿Cuáles son tus pecados, hijo mío?
No me confesé del todo. No diría nada de mí ante un extraño, las intimidades serían mías y de nadie más, ahora las cuento. Había amado a Dios sobre todas las cosas, no había jurado el nombre de Dios en vano, ni ofendido a padre o madre, ni robado, ni había matado a nadie, ni había deseado la mujer de mi prójimo. No tenía pecados que decir — según yo—. Pero no iba a decir de las revistas pornográficas que el Cuate me prestaba, ni de las veces que nos reuníamos para ver los partidos de volibol o basquetbol, sólo para ver las entrepiernas de las viejas.
No importaba si perdían o lo mal que jugaban, el chiste era estar nada más como se movían. Siempre que había partido, nosotros en primera fila, sin decir una sola palabra durante el partido, desde el piso, sentaditos observábamos. Sólo se nos movían los ojos y otras cosas de un lado para el otro.
Ni tampoco me atreví a decir de las conversaciones de la banda, o sus sueños, ni perversiones, o fantasías, menos de las tácticas para llevarse a una vieja a la cama.
Tuve que inventar pecados sosos. Pensé que en ese momento era el centro de las miradas y que estaban atentos a oír ante la confesión de mis pecados. " ...es que no obedezco a mi mamá, padre, digo muchas mentiras… “
Desde entonces ya pintaba para mentiroso. Fue la primera y última vez que he confesado hasta ahora. Bien que recuerdo el día de mi primera comunión, tanto esperar y sólo hubo tamales y atole.
1 comentario:
Jajaja. Sólo hubo tamales y atole.
Eso de ir a las preparaciones para tomar el sacramento de la primera comunión a mí también me caía mal. Lo dejé algunas dos veces y para la tercera era tan grande que decidí no ir nunca más.
La primera comunión es un sacramento?? :/ jeje.
Saludos
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