miércoles, 25 de junio de 2008

Las matines

En mis vacaciones no hacía nada extraordinario. Mi vida no es extraordinaria. De las vacaciones de mi niñez y adolescencia, son las idas al cine y las matines de los domingos las que más recuerdo. No tengo tantas idas al cine en mi etapa adulta, como en mi niñez y adolescencia.

Cuando pasaba por los cines los miraba tan imponentes, enrejados por las mañanas, con un fétido olor a humedad y a humo de cigarro tan característico de los cines, por la noche, espectaculares con su programación.

Cuando pasaba por uno me quedaba viendolo, subía las escalinatas que tenían, veía la cartelera, sus instalaciones, todo, olía el cine. Los domingos me formaba en una larga cola para ver las películas del Santo, las de Capulina y muchas más. Así me fusilé Santo contra las lobas, Capulina contra las momias…

Al entrar lo primero que hacíamos era comprar en la dulcería. Después de comprar el boleto, para lo único que alcanzaba era para una mitad de sándwich y un vaso de refresco. Antes, mucho antes de empezar la película ya no tenía ni la mitad del sándwich ni el minivaso de refresco en envase de cartón.
Por más que hacía que me durara, se terminaba en un santiamén.

Tenía que subir mis pies a las butacas por el miedo a las vampiras, momias y demás monstruos – aún hoy, en las películas de terror no me controlo, salto de imprevisto, me paro a cada rato de mi butaca, agarro al de al lado… doy gritos ahogados, me entusiasmo al grado de aplaudir como aplaudía en las matines cuando ganaban los buenos - pensaba que podían estar cerca de mí, tan cerca como debajo de las butacas, jalarme, comerme sin que nadie se diera cuenta. Mi miedo llegaba al extremo de pensar que podían estar debajo de mi cama, en el baño, llegaba a tener pesadillas, aún así las matines las disfrutaba.

viernes, 20 de junio de 2008

zapatos negros

Acordamos vernos días después. Alguien sugirió ir al cine, vernos para salir en grupo, no todos, al menos la bolita que estábamos en ese momento. Así por mayoría de votos, quedamos ir al cine. Sábado, cuatro de la tarde. Mi formalidad hizo ir al encuentro, puntual.

Tuve que haber ido con un pantalón de mezclilla, una playera y mis zapatos negros boleados ya gastados, tuvo que haber sido así. No tenía en mi guardarropa muchos pares… los tenis blancos de educación física, mis converse y mis zapatos negros que llevaba con el uniforme. Dentro de mis muchos defectos, usar los zapatos negros, limpios, impecables, gastados… era de uno de ellos.

Ahora prefiero los zapatos de gamuza. Se me da por encariñarme con mis zapatos, los cuido y me duran hasta que ya no pueden verdaderamente usarse.
Estuve puntual. A las citas acudo puntual. Esperé.

Claro escuché, sábado, cuatro de la tarde. Las gotas de lluvia arreciaron mi impaciencia. ¿Y si dijeron cinco de la tarde? Esperé hasta las cinco y quince. Fue inútil. Nadie llegó.

Esa fue la primera de muchas veces que me han dejado plantado.
P.D.
gx garambulla.

lunes, 16 de junio de 2008

Ls últimas gotas de junio

Las gotas de lluvia habían salpicado los vidrios del salón temprana la tarde. No hubo truenos como días anteriores, sólo un chipichipi intermitente, de esos que moja la ropa sin que uno se percate. Salió el sol, pero también llovió al mismo tiempo. No hizo frío, más bien un calor sofocante.

El último día de escuela fue como un día normal cualquiera del mes de Junio. No tengo más recuerdos, más detalles. Ese día por la noche estaba despejado, no había estrellas, no hacía falta; no había lluvia, ya había llovido suficiente.

Agarramos, entre varios a un compañero, lo arrastramos hasta un charco de agua, lo aventamos, lo mojamos. No hubo enojo, sólo risas. Así uno en uno, cómo animal para bañarse agarramos a casi todos los compañeros del salón y los revolcamos en un charco de agua.

No me escapé. Tenía que ser mojado, aventado al charco de agua como los demás. No me gustó, pataleé. Si bien no lo mencioné a más de uno se la recordé. Hubiera ido yo solo caminando ... me hubiera revolcado en el lodo ante el beneplácito de los que me miraban. Pero me arrastraron al lodo, más que agua, y como un puerco me aventaron.

Qué más daba, era el último día de escuela y yo ni cuenta me daba.

domingo, 8 de junio de 2008

Los últimos días de la secu

Los últimos días de la escuela estaban acompañados por días calurosos y tardes lluviosas. Todos puntuales a la hora, no había clases. No había nada qué hacer, sólo calentar los lugares, jugar semana inglesa en el salón de clases, contar chistes, hacer olas, grupitos sin alzar mucho la voz ante la anuencia del maestro. Por la tarde, al caer la noche jugar basketball, juegos, hacer grupos, platicar, etc.

Dalila no participaba. Salía al balcón del salón. No decía nada. Imaginaba lo que pensaba de nosotros, lo infantil que nos veíamos y la estupidez del maestro ante no tener nada que decir, nada que enseñar, éstos la veían indiferente, resignados.

Me gustaba su carácter, nadie la cambió, defendió siempre su franqueza y su manera de pensar. Yo no decía nada, callaba, aceptaba lo que los demás decían, no expresaba mi opinión, anticipaba los hechos, las consecuencias.

miércoles, 4 de junio de 2008

El balón

Andaba feliz con el balón de basket que mi tía Eulalia me regaló el día de Reyes, hasta que me lo robaron.