El Juaco era serio, nos frecuentaba porque pensaba que éramos buen pedo... nosotros lo frecuentábamos porque le gorreábamos el auto. Un viejo auto Volkswagen sedan.
-“¿A dónde vamos? “.
El wey no era de complexión gruesa, aunque no era flaco, digamos que tenía un cuerpo en forma de aguacate.Bajito, pelo rebelde, corto, corto, no había gel que aplacara esa abundante cabellera. Tenía tez clara, con pecas en ambos pómulos y nariz. El estomago se desbordaba cual masa con levadura. Siempre se quejaba de la talla de los pantalones. Si los buscaba en talla chica, no entraba; en talla grande… entraba, pero pues se veía muy chiquito. Se desesperaba en una búsqueda de uno que le sentara bien, ¿no me veo gordo, verdad?
Usaba lentes, aunque no le gustaban; aclaraba que en realidad no los necesitaba. Era muy vanidoso.
— ¿me veo bien?
Siempre olía bien. Años después me enteré que todo lo que se propuso lo logró -excepto bajar de peso- Al ser tan obsesivo, meticuloso, perfeccionista lo llevó a depresiones, nada le gustaba, todo le aburría.
No cambió a través de los años. El estomago abulto, ya no era por masa de pan, decía que ahora era de cerveza. “Empezaré a hacer ejercicio, para bajar la panzita” . Eso decía cada año.
Se dejó la barba de candado. Se le empezaron a ver algunas entradas en las sienes en ese negro pelo. ¿...pero no se nota mucho, verdad? Pronto se le empezaron a notar algunos pliegues en la frente y alrededor de sus ojos. Cambió sus lentes de pasta por unos sin armazón.
A pesar que nos encontramos casualmente algunas veces, no había nada que nos uniera. Nunca fuimos amigos, pensamos uno del otro que éramos unos ojetes. Yo lo era, lo admito. Recuerdo perfectamente la primera vez que me lo dijeron: “ Eres un ojete” . No entendí el cumplido o la ofensa, pero la acepté con descaro.
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