La mentira que un día empezó cuál madeja pronto creció y parecía no tener fin. ÉL mismo terminó por creerla. Comenzó diciendo que era colombiano y casi terminó por creerlo, en un principio pensamos que eran gajes de un borracho. Ya era habitual que los fines de semana tomara en exceso, no sé hasta que punto es normal, pero ya había pasado ese rango de bebedor social.
Tuvo la iniciativa propia, lo que nunca tuvo antes de ser “ Colombiano” de buscar la cultura propia de ese país. Leyó una y otra vez su geografía, historia, leyendas, hasta se aprendió su himno, digo, por si alguien dudara de país de origen, ¿ no?
Tuvo la iniciativa propia, lo que nunca tuvo antes de ser “ Colombiano” de buscar la cultura propia de ese país. Leyó una y otra vez su geografía, historia, leyendas, hasta se aprendió su himno, digo, por si alguien dudara de país de origen, ¿ no?
Hablaba pausado, malhablado, con un acento sureño,- omitiré el lugar- alburero. Decía que antes de aprender a hablar, su papá le enseñó a alburear.Nunca lo vi leyendo con tanto ímpetu, ni tan entregado.
Tenía dedicación con lo que se proponía, lo que no tenía con ninguna otra cosa… respecto a ese propósito, sí. Entonces sus borracheras eran más con los colombianos que con nosotros. Nos dijo que con ellos gorreaba todo, con nosotros también. Imagino que ellos también le entrarían a las caguamas.
Su mentira parecía casi perfecta.
Su mentira parecía casi perfecta.