La recámara la compartía con Axel y Julio.
Julio era moreno de cabello y ojos negros, pelo chino, altura media y complexión gruesa. Dentro de las conversaciones que permanecieron en el departamento, las de él fueron las más verosímiles. Era más mentiroso que yo, y vaya que yo lo soy.
Con nosotros se sinceraba y nos contaba la cantidad de mentiras que contaba a los demás. Una noche de borrachera conoció a unos colombianos diciéndoles que era de Barranquilla, un acento raro por lo menos lo tenía.
El único momento donde él se explayaba contando su vida era en la recámara, con cigarro y caguama en mano. La cerveza era su peor defecto. Así lo recuerdo. Son sus anécdotas y la manera de contarlas con un montón de improperios, su modo de fumar y exhalar el humo del cigarro, cuando en momentos de embriaguez me hace evocar su persona. Hay dos cosas que un día nos confió y no olvidaré de él.
Las dos veces que se hizo hombre. La primera: cuando lo llevó su papá con la Colocha. La segunda: cuando con machete en mano tuvo que cuidar una noche los plantíos de plátanos de su papá.
Con nosotros se sinceraba y nos contaba la cantidad de mentiras que contaba a los demás. Una noche de borrachera conoció a unos colombianos diciéndoles que era de Barranquilla, un acento raro por lo menos lo tenía.
El único momento donde él se explayaba contando su vida era en la recámara, con cigarro y caguama en mano. La cerveza era su peor defecto. Así lo recuerdo. Son sus anécdotas y la manera de contarlas con un montón de improperios, su modo de fumar y exhalar el humo del cigarro, cuando en momentos de embriaguez me hace evocar su persona. Hay dos cosas que un día nos confió y no olvidaré de él.
Las dos veces que se hizo hombre. La primera: cuando lo llevó su papá con la Colocha. La segunda: cuando con machete en mano tuvo que cuidar una noche los plantíos de plátanos de su papá.
Pocas veces lo vi reír, también llorar. Recuerdo esas carcajadas.
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