El inicio y fin de cursos coinciden con la época de lluvias. Así en recuerdos de mis clases vespertinas están implícitos los chipichipis y fuertes aguaceros que se dejan sentir por las tardes.
Ya bien pronto, al iniciar la secundaria, al igual que a los profesores, los estudiantes éramos clasificados. Los mataditos, los deportistas, los desmadrosos, y así sucesivamente. A la mayoría los recuerdo, dentro de clase, por sus apellidos y fuera de éste por sus apodos.
Mi mote me lo gané a escasos días de haber ingresado.
El Himno Nacional era parte inicial de la clase de Educación Artística. Teníamos que aprendérnoslo, pocos días nos dieron para ello. El maestro daba la tonada y nosotros teníamos que seguir las estrofas después de él. Días después siguió la evaluación, uno a uno, delante de todos. Las risas silenciosas no se hicieron esperar. Las risas fueron subiendo de tono conforme pasábamos al frente.
Cuando fue mi turno pasé. Un frío se apoderó de mí, así como muchas ganas de orinar. Era la última clase del día. Llovía. Me incomodó tanto silencio, las miradas observándome.
Empezó el maestro, y dijo: “continua, por favor”. Canté. ¿Cómo se supone que iba a estar entonado si nunca me habían enseñado a vocalizar. Nunca he sido de las personas que cantan, a lo mucho he tarareado en tono desafinado las canciones que subconscientemente se pegan al estar en el radio una y otra vez.
Me senté y fue el turno de una compañera. Hubo un momento de oscuridad, todos gritaron. Se escuchaban los truenos.
Nunca la había visto tan detalladamente como ese día. Allí estaba ella, parada enfrente de todos, a la espera de las instrucciones del maestro. Tosió, pasó sus dedos por su lacio pelo que llegaba hasta el cuello. Se acomodó un prendedor que sostenía un fleco de lado derecho.
Separaba un poco sus pies , juntaba y doblaba un poco sus rodillas. Alta ella, un suéter negro, delgado, entallado la hacía ver más que flaca.
“Silencio por favor”. Empezó el profesor y continuó ella. Las risas no se hicieron esperar. También empezé a reir con descaro como los demás lo hacían. ¿Por qué se tenía que fijar en mí de entre toda la clase?
“Usted, el pelón, cierre la puerta”. Todavía voltee para todos lados – nunca he podido olvidar eso-, buscaba a un compañero que estuviera más pelón que yo. Me agarraron la cabeza. “Tú wey “.
Una compañera se ofreció a cerrarla. “Siéntese, señorita “, “Usted, el pelón, cierre la puerta”. Cerré la puerta. “Cierre, pero por fuera”. Ya no había risas. Al tiempo que salí oí, que molesto se dirigía a los demás. Mí mente estaba en blanco, el maestro movía la boca, manoteaba.
Ella ya no cantaba. . Seguía los movimientos del profesor de un lado para otro. Afuera del salón permanecí mirando por momentos a través de la ventana a mis compañeros, cómo un perrito mojado que busca que lo dejen entrar. ¿ a dónde iba a ir, si mi mochila estaba dentro del salón? Llovía.
Intenté hablar con el maestro. Fue inútil. “no se puede ofender de esa manera al Himno Nacional como usted lo ha hecho".
Vi su manera particular de vestir, su camisa toda entallada y corta , desfajada en la parte de atrás y desabotonado el último botón, dejando ver un abdomen prominente que colgaba por encima del cinturón. El aire jugaba insistente con su mechón de pelo que se movía de un lado para otro. Una insistencia de llevar un largo fleco que peinaba de lado izquierdo al derecho para cubrir la falta de pelo en la parte frontal de su cabeza, lo hacía ver de una manera cómica.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro. “Su sonrisa burlona es intolerable, está usted expulsado de mi clase”.
Intenté hablar con el maestro. Fue inútil. “no se puede ofender de esa manera al Himno Nacional como usted lo ha hecho".
Vi su manera particular de vestir, su camisa toda entallada y corta , desfajada en la parte de atrás y desabotonado el último botón, dejando ver un abdomen prominente que colgaba por encima del cinturón. El aire jugaba insistente con su mechón de pelo que se movía de un lado para otro. Una insistencia de llevar un largo fleco que peinaba de lado izquierdo al derecho para cubrir la falta de pelo en la parte frontal de su cabeza, lo hacía ver de una manera cómica.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro. “Su sonrisa burlona es intolerable, está usted expulsado de mi clase”.
Quedé bajo la lluvia, mirando como se marchaba él con su viejo portafolio negro, con sus asas desgastadas.
1 comentario:
Qué triste historia.
Con que te decían pelón?? jeje.. Pobecito!!!
Saludotes. Jeje. XD
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