domingo, 4 de noviembre de 2007

Cuando me enfermé


Las lluvias ya habían echo estragos en mí. Era habitual que me mojara todas las tardes. Me estaba acostumbrando, aún así nunca cargaba paraguas. Al llegar al departamento sólo me cambiaba la ropa húmeda por una seca: un short y una sudadera o playera era toda mi indumentaria, sin ropa interior.

Era la primera vez fuera de casa que me enfermaba de gripa y tos. Un día después que enfermé no salí del departamento en dos días. Llovió mucho la primera tarde, se fue la luz más de una vez. Permanecí con un short y una sudadera en la cama acostado todo el día. Prendí el televisor y como era usual le cambiaba de canal una y otra vez hasta llegar al hartazgo. Siempre que enfermo de gripa caigo en cama, no me da hambre, me da sueño y todo me da igual.
La segunda tarde, el televisor me deprimió, tomé un libro a punto de terminar de lee .El ocaso de la tarde tocó a mí ventana y el sueño implacable me venció. No sé cuánto tiempo dormí, había perdido la noción de las horas. Desperté cuando ya no había luz en el cuarto, no llovía, ni hacía frío, todo era calma, la flojera me impidió levantarme para ver el reloj y sacarme de toda duda respecto a la hora. Un rayo de luz se filtraba por mi cortina, aún así no veía el reloj, sólo la figura de Axel en su cama, escuchaba sus ronquidos y las manecillas del reloj, tic, tac, tic, tac...

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