jueves, 8 de noviembre de 2007

Río Papagayo

El departamento era como cualquier otra casa sobre la calle de Río Papagayo. No tenía alguna característica en particular, ni perros ni gatos propios.

Acaso un pequeño gato negro pasaba por ahí de vez en vez; lo vimos crecer. Empezó a bajar de la barda cuando vio migajas de algún pastel o galleta. Muchas noches vimos su silueta vagar. Una Jacaranda atrás de la casa dividía la intimidad de la casa contigua, su follaje era cómplice de lo que algún día se pudiera ver; a través de su follaje no se veía casi nada, las gruesas cortinas tapaban cualquier silueta, sólo con mucho detalle e imaginación se podría ver desde el techo del segundo piso, estando uno acostado esperando a que la luz iluminara el cuarto y en un descuido se pudiera ver alguien por esa ventana. Una escalera vieja de madera algún día estuvo ahí, recargada sobre la pared. Una vez subí tan solo unos escalones, miré el rudo concreto de la azotea, una jacaranda de la casa vecina, pero nada más.

La casa era pequeña, de dos plantas. En la parte de abajo había una cocina, un cuarto que servía de comedor, un cuarto donde nunca supe que había y permanecía siempre cerrado. un baño que nunca funcionó, un garaje sin autos. Arriba, lo primero que se veía, el patio abierto, pequeño, pero muy iluminado, y dos habitaciones. En medio de éstas, el baño. Uno podía entrar a una recámara y pasar fácilmente a otra a través del baño.

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