El gusto por las luchas ya lo traíamos en la sangre. Mi tío, de joven, siempre quiso ser luchador, ¿ya lo conté?
Era muy aficionado a las luchas. Le gustaba ir los fines de semana a verlas. Un día se despertó diciendo que quería ser luchador, no bastó con ir a verlas los fines de semana.
Era muy aficionado a las luchas. Le gustaba ir los fines de semana a verlas. Un día se despertó diciendo que quería ser luchador, no bastó con ir a verlas los fines de semana.
Salía muy temprano a correr por las mañanas. Tenía un reto difícil, pues era muy alto y delgado. Después de tanto correr, siguió estando alto y delgado. El seguía insistiendo en querer ser luchador. Entonces empezó a practicar el box y también seguía corriendo. Seguía estando alto, delgado y macizo.
Se metió al gimnasio. Entonces con el tiempo empezó a robustecer, estaba feliz, mi abuelo le decía que estaba robusteciendo por la edad. Cuando se sintió preparado empezó a practicar lucha grecorromana, su sueño, ser luchador profesional.
Llegó a un cuadrilátero muy rudimentario, con piso de madera, cuando los golpes y las caídas fueron reales ya no le gustó.Hasta ahí le duró el gusto. Dejó de hacer ejercicio, le siguieron gustando las luchas y ganó como cien kilos.
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