Axel era un wey de estatura media, delgado, de tez blanca, ojos verdes, pelo claro y ondulado. Siempre sonriente. Su amigo Carlos siempre andaba con él. Eran como hermanos, si bien no de sangre, sí de pedas. Carlos no vivía aún con nosotros, pero como dije anteriormente siempre estaba ahí.
Axel y Carlos vivieron en las Margaritas; ahí vivía el hermano de Axel. Ambos hermanos eran físicamente parecidos: Güeros, pelo rizado, ojos claros, Axel era más delgado, menos alto y menos responsable. Nunca conocí personalmente a su hermano. Una foto enmarcada en madera rústica que un día colocó en el buró de la recámara del departamento hizo tal revelación: Cuatro amigos abrazados, todos con bata blanca, de cuando estudiaban medicina. Cuando éste se fue a vivir al Defe, les dejó el departamento que él rentaba, pero se llevó su cama, su televisor, un crucifico, el mueble donde guardaba sus libros y su ropa. Les dejó una foto, un sillón más que viejo que permanecía taciturno a la entrada del departamento. Un colchón, la colchoneta de Carlos, una mesa plegable, unas cuantas sillas. Eso era todo el inmobiliario. Así quedó el departamento cuando su hermano se fue.
Su ropa la guardaban en cajas, de siempre. Tuvieron alguna vez la idea de amueblar el departamento, pero todo quedó en eso. Una parrilla eléctrica les servía de estufa provisional que duró años, desde que llegó su hermano hasta que se fue, fueron ellos los que la madrearon, la parilla, y el boiler de gas, y la chapa de la puerta principal.
Su independencia les duró tres meses, hasta que el exceso de gastos, el corte de la luz por falta de pago, las pedas y tantos desmanes hicieron que los corrieran. Cada uno se fue por su lado. Carlos se fue con unos amigos y Axel se fue al departamento donde rentaba Emilio.
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