viernes, 6 de noviembre de 2009

La pesadilla de Julio

Muchas noches habían pasado en el departamento, incontables lluvias, infinidad de conversaciones sobre esto, aquello… Quien permanecía todo el tiempo en él , era Emilio; quienes no estábamos en él los fines de semana eran Carlos - había otro Carlos en el departamento, que era amigo de Axel- y yo.

Al llegar del fin de semana, entrar al departamento y saludar, era usual que me contaran los pormenores en mi ausencia, si es que había… las anécdotas eran detalladas al anochecer, después de la cena, justo antes de dormirnos, siempre había un tema, una plática sencilla, ¡ siempre¡

Fue un fin de semana caluroso, debió haberlo sido porque julio tomó cerveza bien fría ya por la tarde noche, y no fue una, sino dos, aunque era tentado más por el vino, y sólo le alcanzara para cerveza. Era muy raro que no hubiera nadie en el departamento, esa noche julio se quedo solo. Nos dijo que prendió la televisión, aunque sólo la escuchó, no la vio, pues le aburrió la película. Dice que no se emborrachó, recordó detalles de lo sucedido, no era el típico ebrio que inventa disparates, historias, o que conversa y termina agregando sal y pimienta a su retórica, ¡no¡

Lo que no recuerda es la hora en que se quedó dormido. Dijo que apagó la tele, fue al baño, colocó la caguama en el piso, se recostó sobre la cama viendo al techo y colocó su cabeza sobre las palma de sus manos. No tenía sueño. Dijo sin remilgo que lo único que pensaba esa noche era follarse a una vieja, pero que no tenía dinero, pensó en él y en que haría si tuviera mucho, mucho dinero. Lo primero que se le vino a la mente fue en tener un harem. Todos reímos, él no, su harem era cosa seria.

Continuó hablando.

…no recuerdo la hora, esa noche no tuve sueño. Fue un día aburrido, y es que no tenía a donde ir, me quedé sin dinero, tampoco nadie me invitó a embriagarme, tampoco quise rogar por ello. El sueño tuvo que haberme vencido, porque desperté cuando escuché ruidos, pensé que provenían de la calle. Me levanté y hasta pensé que venían a echar juerga a esas horas, supuse que todavía no era tan tarde. Juro que escuché mi nombre, por eso me levanté. Tomé uno trago de cerveza y volví a ir al baño, no vi el reloj de la recámara porque sabía que no tenía pila.

Me volví a quedar dormido, aunque no tenía sueño, volví a despertar cuando dijeron “Julio “. Lo escuché clarito. Cómo si hubiera estado despierto.
Ya no quise dormirme ni tomar cerveza, pensé que era estaba alucinando, pero no me dio miedo.

Cuando escuché un ruido afuera de la recámara tampoco me dio miedo, porque sabía que era el gato, a veces se metía al cuarto el wey cuando la puerta estaba abierta. Tuve que haberme quedado dormido, porque cuando volví a escuchar mi nombre estando acostado, pensé que estaba soñando.

En ese momento Julio pide un cigarro, lo prende y lo fuma despacio...escuché un ruido afuera de la recámara, pensé que era alguno de ustedes, por eso pregunté qué quien andaba ahí. Nos reímos. El hizo una mueca, arrugó su frente y nos miró.

…Me levanté de mi cama. Me asomé por la ventana. No había nadie. Cuando nadie respondió a mi pregunta me dio miedo, empecé a sudar. Ya no tuve valor para andar preguntando nada.

…Por ésta que alguien andaba allá afuera, nos dijo y cerró el dedo pulgar, levantando el índice, y después besándolos, en una señal de juramento. Es más, entró por la puerta de la otra recámara. Agarré un envase de caguama vacio y quedé al lado del pasillo que va al baño, casi me meo del susto, ya no me pude mover, ni preguntar nada, por más que quería preguntar, no me salía la voz. Escuché unos pasos en la otra recámara , se dirigía a éste cuarto, lento, cómo si estuviera jugando conmigo, con mi miedo…no podía gritar, casi chillo, entonces me encomendé a Dios, traté de rezar en vano, porque no me acordé de nada, por más que me encomendé a él, lo que nunca, pero aún así escuchaba los pasos hacía mí. Pensé que moriría de puro susto.


...Apesar que hacía mucho calor, me dio mucho frío, las piernas las sentía débiles, como si hubiera corrido mucho. Tenía en mi mano el envase de caguama y se la quebraría al primero que entrara. Mi mirada se centró en los vidrios de las ventanas, pensé en correr y saltar del segundo piso. Tomó su cigarro, lo fumo y dijo asegurando. “ por poco y lo hago….” Por primera vez pensé en la muerte, creí que venía por mí, suena algo loco, pero así pensé.

No recuerdo más. Al otro día amanecí con un chingo de dolor en mis piernas.
Creí que era una pesadilla, pero en los pies de mi cama estaban los restos del envase y tierra proveniente del patio, dejando marcado la suela de un zapato.

jueves, 1 de octubre de 2009

En el café del centro

La última vez que estuve con mi playade de amigos, fue un día al ocaso de la tarde en un café del centro.

Traíamos paraguas, aunque no llovió. Leonora pidió un té, como cuando lo pedíamos por la mañana, aprovechando que antes de las once era gratis, después con descaro pedíamos café, como si hubiéramos pagado la primera taza de café.

¿Qué pensarían si estuviera embarazada?, dijo Leonora. No lo había pensado antes, ni ninguno de nosotros. Dependiendo de la situación se diría: ¡felicidades¡ ¿ cuánto tiempo tienes? ¿Será niña o niño?

Me pregunté: ¿quién es el papá? Su papá hubiera preguntado ¿es de algún maestro? Y seguirían más preguntas, ¿por qué no te cuidaste? ¿ te casarás con él? ¿es casado? Y en un tono suave, comprensivo, protector sin decirlo ¿ahora que harás, abortarás?¿ qué harás con un niño? ¿Cuánto tiempo llevaban de novios? ¿De qué me había perdido?
Es que yo de siempre he sido preguntón.

El papá del niño, y digo papá , pues en realidad nunca habían sido novios, sino sólo amigos, era un joven abogado, alto, güero, bien parecido, de ojos claros, de barba cerrada, voz gruesa, algo pedante, con el pelo negro relamido con abundante gel y con nariz fruncida todo el tiempo, irónicamente todo lo contrario a ella; Leonora había dicho que le caía mal, pues era demasiado burgués. Del amor al odio y ya había un hijo de por medio.

¿Los ideales contaban? ¿A que clase pertenecería después, burguesa o proletaria?

El repique de las campanas de la catedral dio pie para finalizar nuestra conversación esa noche bulliciosa, ahí en ese café. Me despedí de ellos, abrazé a Leonora, Natti, Orlando, tomé mi paraguas. Me despedí con paso lento hacia Paseo Bravo mirando la luna llena mientras buscaba un cigarro en la bolsa de mi camisa , un frío aire acariciaba mi rostro y dispersaba el humo de mi cigarro.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Amor con fecha de caducidad

Era una tarde oscura pero despejada, sin nubes, sin luna, con un aire tibio. Caminando sobre la calle de Reforma, Octavio me contó más sobre su novia. Lo sentimental le salía de repente, ¿sería el humo del cigarro, o el bullicio de la gente, los autos, o todo junto? Apuesto que estaba dispuesto a dejar todo por ella; lo de él no era amor, era una adicción al sexo, pero amor era algo cuestionable. Uno se puede enamorar de cualquier mujer, ¿pero de una prostituta?

Él para ella era sólo un objeto, un amor desechable con una caducidad próxima a caducar.

Todo lo que sabía de ella era por voz de él. Creo que era su mejor amigo, que digo su mejor amigo, su único amigo, su confidente, porque con ella no platicaba, sólo tenían relaciones sexuales; yo confidentes no tenía, lo escuchaba, no cuestionaba, no opinaba, sólo sí me pedía alguna opinión, de lo contrario me concretaba a escuchar.

Lo que me pasaba no lo contaba a nadie, lo guardaba en algún lugar sin sacar mis sentimientos o emociones. Pensaba mi vida era tan irrelevante, que no tenía caso contarla.

No sé que se decían los mejores amigos, pero el me contaba todo, hasta su relación marital a detalle. Bueno, lo único que él tenía en la cabeza en ese momento era una luna de miel Interminable.

Algunas semanas después, encontramos a su novia sobre la acera contraria a nosotros. Era realmente joven y muy guapa, como alguien de mucha clase.


Traía unos pantalones blancos ajustados, con unas sandalias altas, una blusa entallada y una mascada pequeña y discreta sobre su cuello, el pelo lo llevaba suelto a raya en medio. Sin enseñar su cuerpo dejaba todo a la imaginación.

Octavio se detuvo, la miró, ella no; salía con un señor treinta años mayor que ella, independiente, de buen nivel económico, y casado. Eso a ella ni a él parecía impórtales.

El amor que un día pensó que habían sentido por él había caducado.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Rodrigo Vs Axel

No le di importancia cuando mis síntomas apuntaban a un leve resfriado, me había resfriado tantas veces que había perdido la cuenta. Días después me bañé temprano y salí sin suéter, regresaron nuevamente los síntomas de lo que parecía un resfriado, ésta vez con más intensidad. Nunca antes había estado así, me sentía muy mal, deprimido, tenía escalofríos, fiebre. Me regresé al Defe, estuve ausente del departamento por dos semanas.

Cuando regresé me contaron que en mi ausencia hubo una fiesta en el departamento. Cada uno tuvo una versión. Me contaron que Axel y Rodrigo tuvieron un altercado, en eso coincidían todos. Julio no recordaba nada, dijo que se quedó dormido pasada las doce de la noche, por lo que supuso que la riña fue después de esa hora. Carlos no estaba, el otro Carlos, amigo de Axel me contó a detalle lo sucedido.

Recordaba todo con precisión, a veces agregando detalles que no pasaron, pero eso a él no le importaba; no recordaba el motivo de la reunión. No tenía que haber un motivo, ahí se tomaba si alguien estaba triste, o si estaban todos contentos, o si era fin de semana. Sí hubiera habido un motivo en especial, éste hubiera pasado a segundo término porque ahí se tomaba cada ocho días, no importando el motivo.

…Empezamos con cervezas wey, vinieron unas amigas de Emilio wey, esas viejas siempre están donde hay alcohol gratis wey, ¡ nunca faltan¡ Vinieron la Alejandra, Sandra la caderona, la que esta bien buena wey. La que no vino fue su prima de Emilio wey, andará con su wey, ¡ seguro¡ Ah wey… se me olvidaba, también las dos chavas gueritas que viven por conta. Y ps también vino el otro wey que siempre se me olvida su nombre; el que no faltó fue Rodrigo, su viejo de Emilio…


Emilio no estaba en ese momento para dar una réplica, tal vez por eso contaron todo a detalle, dando cada uno de ellos su versión.

...Ah y te digo, cuando las cervezas se acabaron fueron por vino.

¡Esos pendejos para tomar no sirven¡ , dijo Julio.

¡ Tú pareces burro viejo qué en donde quieras te duermes, wey¡, dijo Axel.

Yo no decía nada, todavía no sabía el porqué de los golpes entre Rodrigo y Axel... Ah, te decía, Itzhak. El único que faltaba, ¿ quién crees que era... ? Pues Rodrigo, me dijo, y continuó hablando mientras Axel sacaba un cigarro de su cajetilla Marlboro , con un ademán mostraba la cajetilla. Tomamos un cigarro cada cada quien.


...Éste wey pensó que andaba bien pedo, ¡ pendejo¡ , dijo Axel. Tenía sueño, pero no andaba apendejado, wey. El puto estuvo relax toda la noche, para no hacerte el cuento largo, andaba con sueño, pensé dormir en el otro cuarto, ahí no había nadie, wey. Mientras hablaba aspiraba el humo del cigarro y luego lo soltaba hacia lo alto. Rodrigo me llevó al cuarto, su mano la traía en mi hombro, como abrazando, bien que me acuerdo, chinga. El puto atrancó la puerta wey, yo me di cuenta, sino hasta después. Entonces me tocó la entrepierna. Quería desabotonarme el pantalón, pero estaba más pendejo que yo y no pudo.

Entonces el wey me besó, y fue cuando lo empecé a madrear. El wey no encontraba el apagador y la puerta la tenía atrancada con una silla, corrió hacia la puerta que no abrimos. Quiso abrirla, la jalaba. Estaba atorada, no abrió.

Tuvimos que empujar la puerta, dijo Carlos. Estaba atorada, escuchábamos gritos, como de una vieja loca gritando. Hubo silencio. Julio sacó el humo de cigarro que tenía en su boca, hizo unos aros de humo despacio, como haciendo tiempo.

¡ Yo entre sueños pensé que estaban matando a un puerco¡

Julio volvió a tomar su cigarro, quedó serio, mientras nosotros nos reímos al escuchar tal disparate.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Raro día

Raro día

Era un día feriado, las horas transcurrían lentas, como si el reloj no avanzara. Yo había abierto las cortinas de la recámara, ahora que recuerdo no sé porque siempre permanecían cerradas; miraba el cielo, oscuro, lúgubre, fumaba recostado sobre la cama. No había nadie a esas horas, raro día.


Emilio recién acababa de llegar con Rodrigo, me saludaron y se recostaron en la cama junto a mí, rolé mi cigarro. Nunca supe que pensaban ellos, que pasaba en ese breve instante por su mente… Emilio no conversó de sus conquistas, si Carlos hubiera estado ahí, lo hubiera mirado suspicaz, con cara de incrédulo, sin disimulo, pedante; Julio le hubiera pendejeado más de una vez, era el único experimentado con las mujeres, el que no tenía que andar pregonando, aunque sus experiencias, fueran todas ellas prostitutas.

Emilio, empezó a conversar de lo que Julio alguna vez le contó, de algunos ruidos extraños que había escuchado en el recámara contigua a nosotros. Bajó la voz, lo miré serio. Sus conversaciones eran siempre de mujeres, sexo. No creí lo que decía en ese momento. Rodrigo sacó un cigarro de marihuana, lo encendió y callamos.

Emilio lo tomó, dio una fuerte bocanada, la contuvo unos instantes y la expelió de manera suave.

Dice el pinche Julio, que ha escuchado ruidos… el pendejo ha de haber estado bien borracho, o drogado, para andar escuchando esos ruidos.
¡ pendeejo¡

Yo me acuesto en el otro cuarto, y me he quedado solo en el departamento muchas veces y nunca he escuchado nada. Hizo una señal con sus dedos y afirmó: ¡ Por Dios que nunca he escuchado nada¡ Ya me lo había dicho otro wey…no le creí, de hecho sigo sin creerle. Yo creo que por eso se fue de aquí el wey. Qué va andar escuchando ruidos Julio, el pendejo, tiene el sueño pesado. ¡ Al wey no lo despierta ni un temblor¡

Empezamos a reír sin parar.


El olor del cigarro invadió todo el lugar. Emilio abrió la puerta de la recámara; el cielo ennegrecido se iluminaba por los fuertes truenos. Me levanté de la cama y contemplé la lluvia. Me pare en el filo de la puerta, caía en ese momento un recio aguacero, un aire frío, suave, me acarició. Rodrigo me pasó el cigarro y lo fumé despacio, y de pronto me sentí melancólico, demasiado sentimental al ver la lluvia, las gotas que rebotaban en el suelo mojaban mis pies descalzos.

Extendí mi brazo y toqué la lluvia, salí de la recámara y me quedé en medio del patio. Las gotas de agua deshicieron mi cigarro entre mis dedos; mi cabello que no había cortado en meses y lo traía amarrado en una cola de caballo caía mojado sobre mi rostro.
Empecé a dar vueltas como un niño en un loco juego, solitario. Ya no fumaba. Me quité la camisa, el pantalón y quedé desnudo bajo la lluvia

martes, 4 de agosto de 2009

Ella

Al departamento llegó Carlos, el amigo de Axel con maleta, güitarra, una caja llena de triques y con muchas ganas de hacer desmanes. Hubo casa llena. Separados todo marchaba casi bien, revueltos me incomodó.

Algunas tardes noches yo seguía saliendo con Leonora, Natti y Octavio, pasábamos caminando sin comprar nada, a veces un café nos servía para estar sentados horas sin levantarnos. ¿De qué platicábamos? De todo y nada, había una necesidad de estar juntos. El cigarro era cómplice en nuestras charlas.

Octavio algunas veces se veía con ella… su amiga, novia o amante. Octavio no sabía que eran en realidad. Yo sí. No exagero al decir que si ella tronaba los dedos él estaba ahí; ella ordenaba, era la que hacía y deshacía en esa rara relación. Él decía que se había enamorado de ella, yo aseguraba sin decirlo, qué él era sólo un capricho de ella.

Octavio desayunaba, comía, cenaba, se bañaba, dormía pensando en ella; ella pensaba en otro.
Él era capaz de dejar todo por estar a su lado, de aceptar las migajas de amor y sexo que ella le regalaba; ella capaz de irse sin decir adiós.

Octavio no tenía nada que ofrecerle. Ella era una mujer independiente, guapa, coqueta, que siempre pagaba las cuentas del taxi, comida, hotel, que lo buscaba para estar con ella.

¿A qué hombre le desagradaría que una mujer hiciera eso?

Yo envidié eso.

viernes, 5 de junio de 2009

Humo con olor...

Dos semanas después la boda ya no fue tema de conversación. Hubo una fiesta no sé de qué. Ya era tan habitual embriagarnos que el motivo no era importante, ya no importaba, lo importante había pasado a segundo término, cómo un dulce cuando se desea tanto, después de probarlo tantas veces deja de tener ese valor.

Hubo casa llena, la prima de Emilio, las amigas de ella, los colados habituales y nosotros; el humo y las risas pronto invadieron las recámaras. El humo se impregnó en la ropa, las cobijas, se mezclaba y confundía con sudor, lociones diversas, cerveza, brandy, tequila… mariguana.

Ya había percibido un olor parecido hacía tiempo. Ese olor a basura y pasto quemado donde no se hay. Carlos me dijo: “hijos de suchi…..” ¿Quién estará fumando? Todos tenían cigarro. Cigarros rojos, blancos, verdes…Fue un breve instante, como si él que lo llevó quisiera desafiar de manera tentadora a olfatos inexpertos.

Pronto murió la tarde, las risas empezaron a dispersarse, la noche trajo una música suave, tentadora.

Rodrigo llevó una guitarra. Empezó a cantar. Se convirtió en una noche bohemia, se opacaron las risas, callados, sólo fumando sin decir nada. Aplaudiendo al terminar las canciones de ese raro recital con rock de los ochenta.

Rodrigo tocaba la guitarra muy bien. Cantaba bien. El problema cuando conjugaba la guitarra y la cantada, o se desafinaba o no hallaba las cuerdas, algo pasaba. Preferíamos que hiciera una sola cosa, o cantar, o tocar la guitarra, las dos no se le daba. No importaba, la complicidad de esa noche lo permitía.

No fue la única vez que percibí ese olor raro, pronto reconocí el olor.

Era una tarde de un día cualquiera. Estábamos recostados en una misma cama, no había nada que hacer, escuchar el silencio, ver las cortinas. No importaba otra cosa, nada era importante. Saqué un paquete de chiles de menta tipo americano. Rodrigo empezó a fumar, no era cualquier cigarro, identifiqué el olor. Al principio me desagradó, después no.

Fue la primera vez que lo vi un cigarro... Rodrigo lo aspiró fuerte, detuvo el humo, lo pasó a Emilio, Emilio me lo dio. Lo tomé. Me miraron, lo regresé. Rodrigo lo volvió a tomar, como cualquier cigarro, lo aspiró, retuvo el humo y lo expulsó con suavidad. Fumando Emilio, me hizo un breve movimiento de cabeza como dándome instrucciones calladas.
Mojé mis labios,traía mascando un chicle de menta. Agarré el cigarro, lo aspiré, lo expulse, no sentí nada. No me agradó ni me desagradó. Platicamos, reímos, los vi fumar y quedé dormido toda la tarde.

sábado, 23 de mayo de 2009

Bien pudo llamarse...

El frío de esa noche de un viernes cualquiera de los primeros días de febrero no incitaba a nada. Por momentos caía una brizna ligera, tan ligera que era casi imperceptible cuando acariciaba la piel, pero que mojaba. Los vidrios de la recámara estaban empañados, para poder ver hacia fuera tenía que hacerse un círculo sobre los vidrios.


En la recámara se esparcía el suave aroma de café; se escapaba de la recámara por la rendija de la puerta, y revoloteaba con el aire frío de ese día. Emilio invitó el café y lo sirvió en unos vasos térmicos.


Sería temprano, nueve o nueve y media de la noche. Tenía puesta mi sudadera café y una bufanda que había tejido mi amiga Leonora hacía poco, y me la había obsequiado en navidad. Mis viejos tenis estaban en el suelo, mi padre decía que con esos tenis en cualquier esquina me darían limosna. Mis amigos del departamento decían que con esa sudadera parecía retrato. Al principio me incomodó ese comentario, ya fuera por no tener para otra sudadera o querer que me vieran así, me hice inseparable de ella.


La luz estaba apagada, la televisión en blanco y negro prendida, el aroma del café se dispersaba de los vasos de unicel, nosotros acostados. Emilio y yo recostados en una misma cama, llegué a pensar que él pasaba más rato ahí que yo. Axel y Carlos estaban en otra cama, Julio en una silla. Él fue el que bajo a abrir la puerta cuando tocaron.


Aarón llegó con dos bolsas negras. Él siempre se la pasaba ahí, yo no tenía ganas de bajarme de la cama, tenía la intención de meterme debajo de las cobijas, aprovechar mi sueño, ser arropado por el frío, el aroma del café y arrullado por las conversaciones de esa noche .

Después de la rencilla que tuve con él su presencia allí me era indiferente. Apuesto que sí me lo hubiera propuesto, no me hubiera levantado, habría inventado algún pretexto, una mentira inverosímil, un síntoma extraño, un resfriado, que estaba tomando alguna pastilla para la tos o un anticonceptivo, cualquiera evasiva hubiera sido buena para no levantarme.

La película de tiburón en la televisión en blanco y negro nos distraía, nadie hablaba durante la película. La televisión todavía servía; saludé a Aarón indiferente, él saludó efusivo a todos. Se dirigió a la otra recámara, como cualquiera que vive en esa casa, pero él no vivía ahí. Eso me molestó. Nos levantó de la cama. No quería moverme, “párate kabrón, no seas huevón “, me dijo.

Sobre la mesa estaba toda la parafernalia para una larga borrachera, tequila, botanas, vasos tequileros… Él vestía un suéter oscuro y un pantalón de mezclilla azul petróleo, zapatos negros. Traía un corte de cabello tipo honguito y barba de candado. Se remangó el suéter, respiró profundo, alzó el primer vaso y dijo: “me caso”. En ese momento se escucharon gritos, chiflidos y ajuás. Se le abalanzaron y lo tiraron al piso. Yo miraba. No participé. Mi indiferencia ni se notó

No pregunté, esa reunión pudo haberse llamado “despedida de soltero” .No había asistido a una con anterioridad. Creí que iba a ser como en las películas, qué habría música, qué llegaría una bailarina y se desvestiría. Imaginé por un momento que sería diferente. Pero no hubo música, ni llegaron las bailarinas… Tampoco hubo más tequila, sólo dos botellas, se acabaron el tequila y nos acabamos las galletas que abrimos en un principio para acompañar el café.


Aarón nos instruía como teníamos que tomar el tequila, el rito de la sal y el limón. Jugámos ser hombres adultos muchas veces y otras éramos unos niños, a conveniencia. Yo no di el jalón de tequila al vaso, no quería correr por toda la recámara con el trago atorado. Sólo le di un sorbo, como quién toma algo de forma desconfiada sin saber que reacción puede tener.

Haciendo una retrospectiva, me hubiera divertido más, emborrachado hasta caerme de borracho por primera vez, bailado hasta el cansancio, no fue así. Sólo tomé un vaso tequilero y canté. El tequila se disfrutaba entre… caminos de Guanajuato, El Rey, la Puerta Negra. Fue la última vez que Aarón estuvo con nosotros. No sé que se hacía en las despedidas de solteros. Nosotros sólo tomamos y reímos, cantamos como locos todas las canciones de amor y desamor de Vicente Fernández y … se me olvidan muchos detalles, pero así recuerdo esa despedida que bien pudo llamarse ,” despedida de soltero”.

miércoles, 20 de mayo de 2009

No mantengo vicios ajenos

Esa vez Aarón estaba tomado. Quería seguir tomando. Yo no. Quería que le invitaran más cervezas. Yo no.

Me dijo tacaño, cuando el que debería pagar sus propios vicios era él.

No contesté, empezar un diálogo que no va a llegar a ningún feliz término no tenía caso. Sí de cooperar para una cerveza se trataba, cooperaba para tres o cuatro cervezas chicas, ¿por qué habría de cooperar para un cartón? No soy borracho. En caso de cooperar para una botella. No cooperaba ¿por qué cooperar para una, cuando no tomo alcohol, sólo cerveza?

Entonces sacó a relucir las veces que había cooperado para las cervezas, las veces que había invitado las botellas, hasta el día que nos dio un tour por el centro. Nadie le reprochaba que esa no era su casa, el gorrón era él.

Me molestaba la forma cómo pedía él las cosas, su tonito de voz, su facha, su pedantería, en muchos se alaban sus malas palabras, las suyas no eran atinadas. Cuando alguien me es indiferente, me doy la media vuelta y sigo mi camino.

Lo deje hablando, siguió vociferando. Al otro día él no recordaba nada, yo sí.

viernes, 15 de mayo de 2009

A mí padre, quién siempre luchó por sus ideologías

¿Por qué fui a un mitin del que no sabía nada y estuve frente a los granaderos? Por curiosidad, soy curioso.

Tenía algunos intereses en común con mis amigos ¿cómo criticar a un sistema capitalista y hablar de socialismo y lucha de clases, cuando no hay congruencia con las ideas y las acciones?

Leonora era una mujer joven, tal vez tres o cuatro años mayor que yo. Era hija de profesores rurales; bajita, morena, con el pelo largo, rizado, algunas veces usaba trenzas, otras lo trenzaba y lo usaba sobre su cabeza, en un peinado estilo Kahlo. Usaba blusas blancas bordadas con pantalones de mezclilla y zapatos de gamuza. Un estilo indígena- moderno.

Le gustaba la lectura, tejía, bordaba, escribía poesía, le interesaba la política, feminismo, El Zapatismo. Por las mañanas daba clases inglés, y por las tardes tomaba Filosofía.

Grillera, pero muy femenina. Yo la admiraba.

Natti era una mujer bajita, morena, algo llenita. Su pelo era lacio y negro, lo usaba en larga trenza sin mayores adornos. Natividad era buena amiga, buena cocinera, una lectora voraz, buena dicción, grillera, sencilla, una líder nata. Había una contradicción entre pensar y actuar.
Mientras en cualquier plática relucía el Materialismo Histórico, la lucha de clases, el Zapatismo…vestía pantalones Levís y usaba tenis converse. Como cualquier mujer, sabía de marcas de ropa, le gustaban las lociones, la parafernalia femenina. Sí decidíamos comer hamburguesas nunca las desairaba, su refresco favorito, de cola, por supuesto. Atacaba al Capitalismo, y al mismo tiempo era víctima de él.

Admiraba, como siempre he admirado a aquellas personas que luchan por su ideología, que dicen lo que sienten y no callan, aunque algunas veces les cueste el rechazo o su vida.

sábado, 2 de mayo de 2009

En el departamento me estaba afixiando

Parecía que el departamento servía para dar servicio a la comunidad. Se hicieron algunas fiestas para no se quién, algunas de las cuales ni me enteré, excepto en comentarios.

No había tampoco que pedirme permiso. Quién había rentado el departamento en un inicio era un amigo de Emilio al que no conocí, terminó yéndose un año después. Emilio por antigüedad parecía ser el arrendatario del departamento.

Si hubiera sido mi casa, no la hubiera prestado a nadie. Tanto desmadre con desconocidos ya no me estaba gustando.

Mi personalidad en realidad era reservada, para ser francos soy introvertido, convivir con tantos extraños me incomodaba. Necesitaba mi espacio. En el departamento me estaba asfixiando.

Carlos, el amigo de Axel y Rodrigo se la pasaban bien ahí, no sólo ellos, Aarón y varios más. Fuera del departamento encontré otro tipo de amigos, tenían una personalidad... rara y a veces muy parecida a mí. Ellas eran activistas, feministas, pacifistas, políticas, ecologistas y no sé que más, yo escuchaba sin participar y sin convencerme realmente de sus ideologías.

Un día me convencieron de participar en un mitin y terminé frente a frente con unos granaderos.

lunes, 20 de abril de 2009

Mil novecientos noventa y nueve

Cada vez pasaba menos tiempo en el departamento y más fuera. Cualquier pretexto era bueno para estar en la calle. Hacía algún tiempo que no cortaba mi cabello. No lo peinaba, lo echaba hacía atrás, tratando de hacer una pequeña cola de caballo. Me veía desalineado, no me importaba.

Usaba unos inseparables zapatos de gamuza verdes, y una sudadera con gorro de igual color que me acompañaba a todos lados.


Algunas tardes- noches me gustaba caminar, así caminaba desde Paseo Bravo, hasta la Catedral, por toda Reforma. Siempre había algo nuevo que ver. Me ha gustado siempre el aire fresco de la noche sobre mi cara, o la suave brisa de un chipichipi, sentarme en una banca cualquiera, en un open restaurant, prender un cigarro y ver la gente pasar.

Ver las cosas más imperceptibles, sin hablar, sin concentrarme en nada, sólo escuchar el ruido de unos tacones al pasar, de un claxon, las risas de un grupo de amigos, de una plática a la que no estoy invitado, oler el aroma de un café, jugar con un cigarro entre los dedos de mi mano, cómo en espera de una cita no acordada, divagar sobre las historias de cada uno de los que están ahí.

Me gusta acompañar mi café con una rebanada de pay de queso, cubierto con salsa de zarzamora, el café, el café.

martes, 14 de abril de 2009

Emilio no sabía tomar

Emilio no sabía tomar.

Bueno, a cada borracho le pega diferente.

Julio, era de los alcoholizados que se duermen sin decir agua va. Tomado, cualquier rincón le era indiferente. Él podía ir a donde hubiera licor de cualquier clase, siendo gratis, todo era bueno. Tomaba, permanecía callado. ¡ Hey Julio, salud¡ Sí contestaba estaba ahí, pero ausente, sino, pues ya estaba dormido. Nunca hizo desmanes, causó problemas, nada. Un expediente limpio.


A Carlos, el amigo de Axel le daba por bailar, en pareja o solo… el chiste era bailar, si pasaba uno cerca lo agarraba como pareja. Nunca insultaba a nadie, ni bromeaba, nada, lo suyo, era el baile.

Al otro Carlos le daba aires de grandeza. Contaba de lo que gastaba en bares, de los diferentes tipos de alcohol, su calidad, precio.
Hablar, hablar, hablar.


A Rodrigo se le iba andar abrazando a todo mundo.

Yo una vez baile y me hicieron rueda, pero nunca quedó como una anécdota o comentario futuro.

Cualquiera podría jurar que Emilio no tomaba. Parecía todo, menos un borracho. Amigo lo era, de eso no cabía la menor duda…pero cuando tomaba más de la cuenta era la clase de borrachos que abraza a uno, decía al que estuviera cerca cuánto lo quería.
Empezaba a contar su vida, cómo el que cuenta sus intimidades a alguien de su entera confianza. Remataba con lágrimas, se acordaba de penas añejas, después venía la violencia: ¿qué me vez?, Psss lo que quieras pendejo. Se ponía en guardia para los golpes, sí es que no terminaba vomitando antes.
Al otro día decía que no se acordaba de nada.

En algo coincidimos todos. Cantar. Cantamos sin importar lo desafinado que éramos – es que el alcohol desinhibe -.
P.D.
En la recta final de Itzhak.

viernes, 10 de abril de 2009

Intensas noches bohemias

Las caguamas era nuestra rutina de fin de semana. Las pláticas de los viernes por la noches no eran intelectuales, ni hablamos de política o religión, eran cualquier otra cosa, menos eso, pero así la pasábamos bien. A veces a alguien se le daba por contar su vida, experiencias, sus problemas.

Muy intensas las noches bohemias, no duraban mucho tiempo, rara vez solían extenderse hasta pasada la media noche.

Algunas veces se conseguía más cerveza a las doce de la noche o a la una de la mañana. Sabíamos bien de las tiendas donde nos vendían cerveza cuando ya habían cerrado. Había que tocar en más de una ocasión.
Otras tantas suplicar por el vicio.


Yo nunca anduve rogando, nada más iba de acompañante, atento a lo que los demás hacían. Callaba. No éramos los únicos, encontramos a muchos amigos en las mismas condiciones. Muchos departamentos tenían juerga los fines de semana. Así empezaban en un lugar y terminaban en otro.

Una noche cuando la cerveza se había terminado, Aarón propuso conseguir vino. Eran más de las doce de la noche. No le importó si habíamos estado bebiendo, ni tampoco nos importó su estado de ebriedad.

Nos invitó en su auto, subimos y recorrimos el centro de la ciudad, la periferia. La idea original de buscar más alcohol, se convirtió en un recorrido turístico de media noche.

Él se pavoneaba señalado algunos tugurios baratos, la zona roja. No sé los demás, yo estaba embobado, él se lucía como todo un conocedor, un experto en esos menesteres -era mayor que nosotros-. Algo de él no me gustaba, ya alcoholizado se transformaba , a veces era pedante y mal hablado, un patán, estuviera tomado o no.

La ciudad es tan diferente por las noches… sin tráfico o transeúntes, las calles junto a la Catedral, antes llena de personas, o feligreses en busca de espiritualidad, curiosos o turistas, por las noches se transformaba. Las luces de las lámparas y los edificios coloniales eran mudos testigos de nuestra soberbia e inmadurez.


Muchos jóvenes al igual que nosotros iban en busca de aventura, conocer lugares antes prohibidos; algunos autos circulaban por los tugurios, despacio en las zonas rojas, curioseaban, se detenían, miraban, se marchaban. El único que visitaba prostitutas baratas era … No le importaba una gonorrea cada que las visitaba. Puedo apostar, casi sin perder, que guardaba parte de sus mesada para esa afición o adicción.

Impávidos circulamos por algunas calles oscuras. La plática se extinguió, ya no hubo plática, algarabía. La noche y el sueño parecían vencernos. Nadie se acordó de la famosa botella, más cuando una hora antes Aarón pidió dinero para la gasolina, y para la botella. Cuando de cooperar para alguna botella se trataba, todos ponían algún pero, hasta yo.
El tour turístico nocturno se terminó cuando Emilio vomitó todo cuanto ingirió , sacó su cabeza del auto cuál perro cuando se saca en un auto, Aarón no detuvo la marcha.
Un saludo a mi fiel lectora: " Garambulla "

miércoles, 25 de marzo de 2009

Mi cumpleaños

Habían pasado algunas semanas en el departamento. Esa mañana me levanté temprano como de costumbre, desayuné casi a la misma hora de siempre. Hojee el periódico La Jornada, empezando por la contraportada, leyendo algunos encabezados, buscando algunos columnistas, hasta llegar a la portada. Es una fea y mala costumbre que tengo.

Por la tarde doña Augusta nos invito a comer. Era el cumpleaños de su hijo Aarón. Al parecer éramos sus únicos amigos, pues estuvimos nada más los del departamento. Mi cumpleaños coincidió con el de Aarón.

Había olvidado por completo mi cumpleaños, de mis anteriores cumpleaños no hay mucho que contar, pero hay uno especial que recuerdo.

Hubo un pastel grande, grande… no sé cuantos años cumplí, pero el pastel era de cuatro o cinco pisos, yo lo veía muy grande…tal vez fue de cinco pisos. Fue el pastel más grande que yo he visto en mi cumpleaños. Puedo recordar casi todo el pastel, aunque no la fiesta.

Era un hermoso pastel envinado relleno de piña sobre una base de madera con unos postes de madera, toda la base y los postes forrados con papel aluminio y merengue.



Al lavarse días después la base del pastel me di cuenta que los postes que sostenían los pisos superiores del pastel eran de palos de escoba. Al lavarse la base y caerse el papel aluminio, relucieron los palos de diferentes colores. Era una base de pastel hecha con madera reciclada.
Nadie se percató de eso ni se enteraron.

Esa tarde en la casa de doña Augusta comimos mole rojo con arroz. Emilio me dijo que regresara temprano, recalcó que no lo fuera a olvidar, y pareciera que me dijo todo lo contrario, no me acordé en toda la tarde de sus palabras.
Fue casualidad que regresé temprano. En una de las recámaras estaba una mesa con algunas caguamas y unos vasos de plástico tomados de nuestra vajilla. En la recámara estaban los habituales y Rodrigo, Carlos, el amigo de Axel, y dos weyes que no conocía. Me dieron un vaso con cerveza, otro más, fumamos, reímos…
No hubo mañanitas, ni pastel, ni abrazos, pero supuse, aún hasta hoy que, ese detalle fue por mi cumpleaños.

viernes, 20 de febrero de 2009

Agosto 1998

Agosto de 1998

Cuando escuché el anuncio: “A –d –o anuncia su corrida con la hora marcada de las trece horas, una de la tarde y con destino a la ciudad de puebla, pasen a abordar el autobús 1504, por la puerta número… uno”, me sentí solo.

No sé porque tuve esa sensación… subí al autobús, acomodé mi maleta, una color azul que mi padre compró sólo para mí, ya no la compartiría con mis hermanos, sería solo mía. Por primera vez tuve que organizar mi maleta y viajar solo. Nadie me acompañó.

De ese primer viaje sólo recuerdo una rara circunstancia. Coincidí con una joven, era su primer viaje a puebla también. Su hermana y su novio de ésta viajaban en otros asientos. Después de platicar, resultó ser la hija de un profesor amigo de mi papá. No conocía a los hijos de éste profesor, a ninguno. Lo que conocía de éste era su mal carácter.
Repito rara circunstancia, pues ella y yo estudiamos en las mismas escuelas, los mismos turnos, pero diferentes salones. Así la plática resulto en : ¿ recuerdas…? , ¿ te acuerdas de…? , ¿conociste a éste maestro? , ¿fuiste con sutano o mangano? , ¿ qué es de ellos?

Conocimos los mismos maestros, pero nunca coincidimos en un mismo salón. Cuando llegamos y bajamos las maletas me presentó a su hermana.

—Te presento al hijo del profe Itzhak —nos saludamos, no platicamos.
—¿ para dónde vas Itzhak?

No iba para ningún lado.
— Me recogerán en un rato...

Nos despedimos, ambos supusimos que nos seguiríamos viendo. No la volví a ver más.Su padre murió dos años después.
Marqué a Axel una sólo la vez. " El número esta suspendido por falta de pago, no no hace falta que lo reporte" .

jueves, 22 de enero de 2009

¿ y ahora que sigue...?

No tenía la más mínima idea de que iba a ser de mi futuro. Nunca me había puesto a pensar realmente acerca de él.

No tenía un propósito años atrás. Hacía mucho que no terminaba uno. Sí, no fumar, es verdad, pero no funcionó; tomar menos cerveza, pero fue mala elección. Los demás no tienen relevancia.

Algunas tardes leía. Veía mucha televisión mientras mi padre no estaba, escuchaba música. No fumaba en mi casa. Nunca lo hice. Mentira. Sí lo hice una o dos, o tres veces, pero el humo se metía por todos los rincones de la casa.

Mi madre siempre curiosa, insistente, indagadora.

— ¿A qué hora llegó tu padre…?
Ella pensaba en ese olor.En ese tufo característico de mi padre.
— ¿a ver sóplame?
No quedaba satisfecha con las respuestas. Con un fumador en la casa era más que suficiente.

—Hueles a humo de cigarro Itzhak.
Cuando decía mi nombre completo, en lugar de Itza, como ella me decía, era signo de que algo andaba mal.

— ¡Cómo crees ¡ Lo que pasa….

Lo que pasa que estuve con mis amigos, son ellos los que fuman, un señor venía en el micro fumando, y ya sabes como es ese olor. Huelo a cigarro, porque estuve en el cuarto de estudio, ya sabes como fuma mi padre. No es cigarro, lo que pasa que mi ropa huele a… contaminación, ya sabes a parte este suéter se mojó, vez como llegué todo empapado el otro día, es eso jefa.

No era suficiente tanta loción, mis chicles de hierbabuena, las pastillas halls de menta.

Mi madre bien que conocía el humo del cigarro, el olor que queda en el aliento, en el cuerpo, en la ropa. Me miraba, se daba la media vuelta y se marchaba, insatisfecha con mis respuestas, mi nerviosmo me delataba, me ponía rojo, sudaba, quedaba encogido de hombros con un sudor frío, alzaba las cejas y me sentía un completo idiota.

Mientras muchos se futurizaban y tenían definida su vida al salir de la preparatoria, yo no. No había hecho un proyecto de vida, solo vivía el día, sin preocuparme de nada, no tenía grandezas o sueños o ambiciones. Eso creo conflictos con mi padre.

—¿ y ahora que sigue?

—No sé.

—¿ Cómo que no sabes? Deberías de saber–, me dice en tono de reprimenda. Pero no digo nada. Sé que al levantarle la voz dirá que estoy ofuscado, y dirá que baje mi tono. Bajo la mirada.

—Creo q he pensado en filosofía.
—De eso no se vive.

No digo nada.
Me dice nada, me dejó volar.

domingo, 4 de enero de 2009

Era yo su foto cuando él tenía mi edad

Ese sábado por la noche no se me olvidará. Todo eso quedó en marcas que se plasmaron en fotos días después. No se cubrieron con nada. Salí todo madreado, con algunos hematomas, no dije nada, hasta hoy lo hago.

Por primera vez sentí vergüenza, de mí, de lo que era, también sentí muchos resentimientos hacia mi padre, pero no cambié hasta muchos, muchos, años después.

Mi vida era un mundo de contradicciones, de llevar la contraria a mi padre, a odiar sus consejos, su aburrida vida, su obsesión hacia su trabajo y su profesión como maestro de inglés, sus clases que me daba sin cesar. En una ironía de la vida me iba pareciendo más a él, física y mentalmente.

Mi cuerpo flaco se parecía mucho al de él. En el cabello rebelde, que no se aplacaba, más que con un corte de cabello corto, corto. Los mismos gestos, gesticulaciones. Fruncir la frente ante una indecisión o molestia, morder la punta de los lápices amarillos del número dos. Dar la media vuelta y dejar una discusión inútil que no llegará a ningún buen término.

Nuestra caligrafía, delgada, que se va a un costado, legible, hacia arriba en algunas letras, b, l, t, d. Tenemos la misma forma de caminar y de sentarnos frente al escritorio con la cara recargada sobre la muñeca del brazo derecho. Agarraba la tiza y el bolígrafo con la mano izquierda, la colocaba entre el pulgar y el dedo medio, como él, aún sigo haciéndolo.

Era yo su foto cuando él tenía mi edad